Quisiera concluir esta serie de artículos destinados a reavivar y resaltar la figura de San Julián, a través de las creaciones artísticas inspiradas en él a lo largo de los siglos, así como destacando los lugares, más o menos alejados de Cuenca, en los que se le venera o conoce, con las palabras de quien quizá más identificado y unido se sienta a él, por ser uno de sus sucesores en la sede episcopal. Familiarizado con el ministerio episcopal y la diócesis conquense, entregado como él a Dios y a los hermanos, Monseñor José María Yanguas, puede calibrar con acierto lo más preciado que nos regaló San Julián, su legado y valores, que quedan resumidos en las líneas siguientes, entresacadas de dos de sus homilías pronunciadas durante la celebración de la solemnidad del Santo.
«Los conquenses recordamos a San Julián como «verdadero padre de los pobres», indicando así la nota de su espíritu que mejor lo define. Si para todos San Julián es verdadero padre de los pobres, para nosotros el segundo Obispo de esta sede es 'patrono de Cuenca'. Las diversas acepciones del término 'patrón' hablan de alguien como defensor o protector, amparador o favorecedor de una persona, pueblo, nación. Patrono en un proceso judicial es el defensor de una de las partes. Toma como propia la causa de su cliente y trata de sacarla a flote. San Julián es, por tanto, el santo que aboga por todos los conquenses ante Dios, quien nos toma bajo su cuidado, bajo su protección y se hace cargo de nosotros. A él podemos dirigirnos en caso de necesidad, cuando nos veamos afligidos o necesitemos de particular cuidado, o nos hallemos en peligro o en un trance de particular dificultad; pero también en las circunstancias más ordinarias y corrientes de nuestras vidas.
Pero el término 'patrón' registra también otro significado fundamental. Significa también 'modelo', el modelo que sirve de muestra para sacar otra cosa igual; por eso decimos de dos personas con grandes semejanzas que «están cortadas por el mismo patrón». Cuando decimos, pues, que San Julián es patrón de Cuenca y de todos los conquenses, estamos significando que es alguien a quien debemos parecernos, a quien debemos imitar, alguien cuyo espíritu debemos plasmar en el nuestro. San Julián de Cuenca es nuestro modelo y protector. Es cierto que en manos de todos y cada uno de los cristianos y de los hombres y mujeres en general ha dejado Dios el cuidado de los pobres que «siempre tendremos entre nosotros»; pero San Julián, tal como nos cuenta su historia, es modelo en esta virtud, que viene a ser como un legado para nosotros.
Podríamos decir que el cuidado de los más pobres debería, debe ser, como un distintivo de los fieles de Cuenca que proclamamos a San Julián nuestro Patrón, nuestro intercesor y modelo. Eso significa, pienso, que cada uno de nosotros ha de procurar ser ejemplo de caridad para con los más necesitados; que las instituciones eclesiales de caridad deben ser objeto de particular atención y merecen ser dotadas de los medios necesarios para cuidar de los más pobres; que, me permito decirlo, también las instituciones públicas deben prestar especial, irrenunciable, atención, con los recursos públicos, a quienes verdaderamente necesitan más ayuda, por más necesitados… Sería formidable que como pueblo de Dios y como sociedad civil, Cuenca fuese reconocida por tener como señal de identidad un particular cuidado de los pobres. De nosotros depende y a buen seguro que todos podemos dar un paso adelante en esa dirección». [28/01/2023]
Por estar estrechamente ligado al tema iconográfico, eje vertebrador de esta serie de artículos, incluyo estas palabras de D. José María, que tan acertadamente expresan la conexión entre lo imaginado en las obras de arte y San Julián: «Una línea de la iconografía del santo pone de relieve su condición de Obispo. Se le representa, en efecto, con la mitra sobre la cabeza, el cayado de pastor o pastoral en su mano izquierda y el evangelio en la otra: símbolos, el primero, del poder y la autoridad de que gozó como Obispo, sucesor de los Apóstoles; de su condición de pastor del pueblo de Dios el segundo, y de su tarea y misión como heraldo de la Buena Nueva el tercero... La otra línea iconográfica del Santo lo muestra en su bien conocida tarea de tejer cestillos de mimbre que después vendía para atender a las necesidades de los más pobres con el dinero recabado.
La tradición cristiana cuenta a San Julián entre los santos 'limosneros', que han hecho presente el amor de Dios entre indigentes y menesterosos, llevando una chispa de esperanza a sus vidas. La figura de nuestro santo Patrono se nos revela, pues, como celoso pastor de su pueblo y predicador del Evangelio; y, al mismo tiempo, como ejemplo de una vida presidida por la caridad, en la que se refleja y trasparenta el rostro del Maestro. Fe, pues, y caridad; adhesión sincera a Jesucristo y a la verdad de su Evangelio, y obras de fe que testimonian su autenticidad». [28/01/2020].