Decidió dedicarse a la docencia y especializarse en una materia que para muchos resulta antipática: las temidas matemáticas.
«Tienen mala fama, pero no es porque sean difíciles sino porque tal vez no se enseñan de forma que el alumno las vea como algo divertido», dice María Ángeles, quien ejerce su labor docente en las aulas del IES San José. Una tarea compleja, la de enseñar, que la profesora ha sabido complementar con juegos y talleres en los que las matemáticas son parte esencial, «pero no sólo en la pizarra, sino en la vida cotidiana. Todo, o casi todo son matemáticas, desde la música hasta el arte», dice.
Y entre juegos y encerados, entre fórmulas y teoremas, Marian (que es como la llaman sus 98 alumnos de diversos cursos), puso en marcha junto con otra compañera, Elia Hernangómez, una iniciativa en la que el juego camina de la mano con los cálculos y logaritmos.
«Pusimos en marcha este proyecto, en los recreos, partiendo de unos talleres que se hacen en el centro, destinados a despertar el interés entre los alumnos nuevos. Uno de los talleres fue el del cubo de Rubik, sugerida por algunos alumnos y la verdad es que resultó muy positiva y bien aceptada porque les pareció atractiva por el reto que supone su resolución».
Dicho y hecho.
A partir de aquel momento, el famoso cubo se convirtió en talismán para aprender y para enseñar entre alumnos, quienes a través del juego y los talleres interactúan y comparten experiencias más allá del simple juego o de pasar el tiempo en el recreo sin nada que hacer.
La afición al juego de ingenio y paciencia fue tomando forma hasta convertirse en un elemento de competición desarrollada intercentros a nivel nacional en el que participaron varios alumnos del centro educativo. «La participación fue exitosa pero nos quedamos muy cerca de la final, hecho que nos animó a seguir y promover un campeonato RubiCuenca I, y ante la gran acogida que obtuvo, acaban de terminar el segundo encuentro en el que han participado más de setenta alumnos de diversos centros de la capital y la provincia.
«Se trata de jugar y de aprender unos de otros. No es una competición, aunque también hay exhibiciones, como la que ha llevado a cabo un alumno experto, quien es capaz de resolver 15 cubos de Rubik en tan sólo cinco minutos. Todo un récord.
El juego, y la experiencia de los docentes son recursos fundamentales para que las materias que parecen complicadas lo sean menos. «De lo que se trata es de que los alumnos pierdan el miedo a las matemáticas y las vean como algo útil, divertido y que a la vez son de utilidad. No son simples cálculos o teoremas sin ninguna aplicación práctica, sino que son esenciales para nuestra vida cotidiana», señala la profesora, quien trata de contagiar a sus alumnos su pasión por una materia que a la mayoría se nos atragantaba y que pudimos aprobar gracias a la benevolencia de nuestros maestros.
«El juego es una parte de la enseñanza, pero también hay que saber combinarla con la seriedad de la pizarra», matiza Marian, quien espera que alguno de sus muchos alumnos siga sus pasos y, tal vez, en el futuro, sea quien proponga a sus alumnos juegos divertidos como los que ahora forman parte de su educación.
Dicen que el saber no ocupa lugar, pero sí ocupa tiempo y consume energías.
Eso sí, si se saben dosificar y aplicar lo aprendido, difícilmente olvidarán las enseñanzas que recibieron de parte de profesores entusiastas, conscientes de su labor docente.
Sea con el cubo de Rubik o con un simple (aparentemente) triángulo, de lo que se trata es de enseñar sin que lo parezca. Educar no es tarea fácil, pero si se hace con la ayuda de juegos, todo parece más llevadero.