La Cofradía de las Benditas Ánimas y las Tortas de los Diablos

Jonatan López
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Esta hermandad, de más de cinco siglos de antigüedad, sigue con la tradición en Carnaval • Su presidente advierte que la costumbre puede desaparecer si los jóvenes no la continúan

Imagen de la Hermandad de las Benditas Ánimas de 1956. - Foto: Luis Pacheco

La Hermandad de las Benditas Ánimas cumplió de nuevo con la tradición en Carnaval y elaboró  las ‘Tortas de los Diablos’. Esta singular tradición, celebrada año tras año por los cofrades, está en grave riesgo de desaparecer «si los jóvenes no apoyan nuestras raíces. No se incorporan nuevos miembros y los que estamos somos ya mayores», asegura su presidente José Guijarro, que dice que la cofradía «necesita gente joven».
La particular cofradía tiene más de 5 siglos y probablemente es una de las más antiguas del país. En la actualidad, la hermandad está compuesta por unas 70 personas, que mantienen la tradición pedroñera, hasta nuestros días.
Guijarro explica que la Cofradía de las Benditas Ánimas tiene como objetivo recaudar fondos para oficiar misas en honor a los difuntos y honrar el retablo de la Iglesia Parroquial de la Asunción de Nuestra Señora. Un retablo que según el presidente cofrade se restauró hace ochos años. «Eso nos costó un buen dinero, que hemos ido recaudando año a año con las cuotas, rifas y las tortas de los diablos».
 
Tortas de los Diablos. Desde el 25 de diciembre, y a lo largo de todos los domingos de los meses siguientes, la cofradía sale para ir recaudando dinero con el que sufragar las misas de difuntos. 
Cada martes de Carnaval se celebra el día de las ‘Tortas de los Diablos’. Desde primeras horas del día, a las 5 de la mañana concretamente, los hermanos llevan leña recogida del monte días atrás y la apilan «entre capillas», en la plaza y junto a la iglesia parroquial, para hacer una hoguera.
A partir de las 9 de la mañana se comenzará a elaborar la torta, a la antigua manera de los pastores, con agua y harina únicamente y sin sal y levadura. Una vez cocinadas a las ascuas, los vecinos del pueblo acuden para comprarlas y participar así de la tradición. 
Un cofrade vestido de Judas golpea con un guisopo, un palo largo con un trozo de tela en la punta que se usa para fregar, a todo aquel que no aporte a la causa. «Le da una miaja de guisopazo, pero en broma. Este personaje también ayuda a recuperar algo de dinero», indican José Guijarro. 
El alabardero es otra de las figuras presentes en este día. «Este puesto es uno de los que más falta hace», dice Guijarro. «El martes de  Carnaval de este año sólo salieron tres, cuando lo mínimo debería ser seis». Las tortas se ensartan a unas alabardas, un arma con astil de madera. Algunas de ellas, según el presidente, «tienen más de 100 años».
 
Historia. El representante de la hermandad explica que la costumbre viene «de antes de la Guerra Civil». La cofradía se reorganizó después de la contienda para reparar «lo que se había destruido, entre otras cosas el retablo de las Ánimas y varias imágenes».
El padre de Guijarro fue uno de los pedroñeros que decidieron dar un nuevo impulso a la cofradía. «El dinero conseguido por las danzantas, diablos y alabarderos sirvió para recaudar 400 pesetas de la época para comprar un retablo y una imagen de la Virgen del Carmen, de un pueblo de León», explica, y añade que el retablo contiene en la parte de abajo unos ángeles. «Aquellas personas que no se han portado bien en su vida, que no han sido buenas, están representadas ardiendo en el fuego. De ahí viene lo de los diablos».
Guijarro dice que las personas que en su día salían de diablo, «hacían un ofrecimiento u honor a sus familiares, para ver si se reponían de una enfermedad, pero ahora, en los tiempos en los que estamos, la gente ya no mira eso. Será porque estamos más avanzados y la gente ya no cree tanto como entonces».
La Hermandad también participa en varios actos a lo largo del año, caso de la Procesión del Santo Entierro de Las Pedroñeras. Ataviados con capas, los miembros de la junta directiva desfilan junto a las autoridades.
Guijarro cree que la costumbre desaparecerá en unos años. «Llegará un día que no podremos estar. Ahora mismo somos siete personas las que formamos la junta de la cofradía, pero no viene gente nueva para decirnos: Aquí estoy yo, para lo que haga falta», y aprovecha para hacer un llamamiento. «estamos haciendo todo lo posible para que esto continúe, pero es muy difícil.