He escrito sobre la catedral de Cuenca en multitud de ocasiones y, sin duda, espero seguir haciéndolo, para resaltar siempre sus bondades estilísticas que son muchas y dignas de enaltecer en su justa medida. Y cierto es que hay que hacerlo con la suficiente claridad que tu cualificación te permite, definiendo con rigor sus excelencias y procurando no cometer errores –a los que siempre estamos expuestos como seres humanos– pero que habrá que evitar en esa justa medida de su valor. Por eso, una de sus joyas, es el tan admirado Arco de Jamete, bellísima muestra del Renacimiento en nuestra ciudad, «excepcional por sus proporciones, perfección de la obra y armónica belleza» –tal y como dijo César González Ruano en su Guía de Cuenca (1956)– y sin embargo, yo que en multitud de reportajes, artículos y referencias siempre definí acertadamente, en esta ocasión, por descuido, que no desconocimiento, he calificado erróneamente como de estilo barroco en el texto de la última Guía oficial de turismo de nuestro Ayuntamiento de Cuenca.
Sin duda, igual que la palabra vítreo ha sustituido equivocadamente a vitrales, refiriéndonos a las excelentes vidrieras de colores, del nuevo arte de vanguardia –que no modernista–, la guía presentada en Fitur, y últimamente editada en papel, es un trabajo excepcional en sus 63 páginas, con un amplio reportaje fotográfico y una descripción detallada de las muchas excelencias que presenta la ciudad, diseñada maravillosamente por la empresa Ankaa Studios a la que siempre agradeceré su confianza por solicitar mi aportación. Como todo trabajo que se precie en su edición, está siempre expuesto a cuantas críticas y apreciaciones puedan apoyar su mejora para evitar errores y, si los hubiera, subsanarlos con la celeridad que permita –relativamente fácil en la impresión digital y no tanto en la impresión de papel que nos remitiría a siguientes ediciones– ofreciendo siempre con humildad y honestidad, las muchas excelencias que nuestra ciudad posee, para orgullo del conquense y envidia de nuestros asiduos visitantes.
La catedral de Cuenca es un verdadero museo vivo del arte donde, afortunadamente, todos y cada uno de los movimientos estilísticos han dejado su huella, a la que hay que cuidar, respetar y sentir, por lo que representa para nuestra seña de identidad patrimonial. En esa misma razón, debemos encuadrar todo nuestro rico patrimonio monumental, procurando cumplir el cometido lo más acertadamente posible y ante lo inadecuado, si se detecta, hacerlo adecuado y en eso estamos, asumiendo siempre que «la rectificación es de sabios».