Agradecer es uno de los gestos más sencillos que podemos realizar para cuidar de nosotros mismos. Es importante que, de vez en cuando, nos paremos a pensar en todas esas cosas pequeñas que nos rodean y que damos por sentado. Agradecer no solo las cosas importantes, sino también las pequeñas. La gratitud es apreciar lo que tienes dejando a un lado lo que te falta. Y expresar gratitud... ¿para qué? Estar y ser agradecido promueve saborear lo positivo de las experiencias de la vida, te hace valorarte más y subir tu autoestima, ayuda a lidiar con el estrés, estimula un comportamiento más moral (la gente que agradece ayuda más y mejor a otras personas) y menos material.

Favorece la construcción de relaciones más fuertes y duraderas, disminuye los sentimientos de enfado, amargura y avaricia... Mejora el sueño, los procesos inflamatorios, la presión arterial y hasta los niveles de glucosa en sangre.

No lo digo yo, la neurociencia mas moderna lo confirma. Empieza a practicar la gratitud con esta pauta: finaliza cada día dando gracias por tres cosas, y si las apuntas en alguna libreta mucho mejor, para que se haga más real y consciente, ya que esto refuerza los circuitos neuronales positivos. Y llévalo a la práctica también con tus hijos. Integra este ejercicio en tu rutina y observa cómo la gratitud puede cambiar no sólo tu perspectiva, sino tu cerebro y el mundo que te rodea. Esta es la teoría del efecto mariposa: cómo el aleteo de las alas de una mariposa puede provocar un huracán en otra parte del mundo.

Esta metáfora es poderosa cuando la aplicamos a nuestra salud mental: cada pequeña acción, cada pensamiento o palabra puede tener un impacto significativo. Personalmente, te doy las gracias, querido lector, por este ratito que me has y te has dedicado.