Un escándalo tapa a otro. Una foto sirve para que la anterior tome un color sepia y pierda protagonismo. Hasta que llegue otra más reciente y la borre. Al fin y al cabo, vivimos en una sociedad de consumo, de usar y tirar. La instantánea que les hizo Koldo García a Pedro Sánchez y a Víctor de Aldama, sin sacarla de contexto, como las últimas revelaciones de 'caso Ábalos', hubiera tenido más recorrido de no ser por la aparición en escena de Íñigo Errejón.
A Yolanda Díaz le sorprendió en Colombia la dimisión de su portavoz parlamentario y tuvo que delegar en otros las consiguientes muestras de reprobación. La vicepresidente segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, sigue restando en lugar de 'sumar', mientras intenta dibujar una realidad inexistente. Pretende hacernos creer que nada sabía de las andanzas de Íñigo y que, en cuanto las conoció, actuaron de manera implacable y contundente.
¿Quién iba a pensar que el dirigente de 'Más Madrid' y 'Más País', con esa carita de niño bueno, tan preocupado como parecía por la regeneración democrática, tan enemigo de los abusos del poder, y tan empeñado en acabar con la violencia machista, iba a ser señalado y denunciado por presuntos abusos sexuales?
¿Quién podía prever que un político tan comprometido con los más necesitados, que reclamaba desde la tribuna del Congreso más concienciación sobre las enfermedades mentales y más recursos para acabar con la discriminación de la mujer y el heteropatriarcado de la derecha, podía terminar como ha terminado?
Yolanda Díaz y sus amigas -Ada Colau, Mónica Oltra y Mónica García- deben estar desoladas al conocerse las denuncias contra su portavoz parlamentario. Tenían al lado un supuesto abusador y ni se enteraron. O prefirieron mirar para otro lado, para no perjudicar todavía más a su ya bastante deteriorada plataforma política. «Volvía a casa tras agredir a una mujer. Me siento profundamente engañada», ha declarado su expareja y dirigente de 'Más Madrid', Rita Maestre. Y nadie se había percatado.
Tania Sánchez, exdiputada del mismo partido, ha señalado que no quisieron dar importancia a las denuncias contra Íñigo Errejón porque «era un gran valor político». En definitiva, que las sospechas eran evidentes, pero se taparon para no perjudicar los intereses de una izquierda de cuya supremacía moral tanto presumen. Los testimonios que están saliendo ahora a la luz demuestran que los comportamientos machistas y las agresiones sexuales no tienen ideología. Ni son exclusivos de una determinada clase social o política.
Mientras tanto, Sánchez pone tierra de por medio. Intensifica su agenda internacional, huyendo de los escándalos que le acorralan, y su equipo de asesores tan contentos. Las historias que cuentan las víctimas de Errejón - anónimas o con nombre y apellido -acaparan la atención. Los titulares y el morbo de los testimonios han conseguido darle al presidente un nuevo respiro.
Eso sí, a la vicepresidenta del Gobierno y lideresa de Sumar, Yolanda Díaz, no dejan de crecerle los enanos. 'Sumar' no ha parado de restar desde que decidió romper con Podemos, cargarse a Irene Montero y buscar otros compañeros de viaje. Su debacle electoral – en las generales y en las gallegas, donde ni siquiera consiguió un escaño – no admite paliativos.
Cuanto más se hable de Errejón y de sus víctimas, mejor para Aldama, Ábalos, Koldo y compañía. Seguro que les estarán agradecidos.