El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, tiene un proyecto para España cuando le toque gobernar: bajar impuestos. La situación económica del país al margen de la autocomplacencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es mala porque la deuda pública crece, los empleos creados son improductivos y las familias pasan dificultades para llegar a fin de mes. El caramelo fiscal que dejará más dinero en el bolsillo de los ciudadanos se supone que no irá acompañado de recortes en los servicios públicos, pero de eso no dijo nada en su balance del año político que acaba.
Feijóo volvió a dejar caer que si no es presidente del Gobierno es porque no quiere, porque no ha variado sus principios como ha hecho Sánchez, y que las votaciones en las que ha coincidido con los independentistas de Junts son hechos coyunturales para cumplir su programa electoral sin tener que pagar ningún peaje. No solo eso, considera que Carles Puigdemont tendría que ser detenido pese a que tiene una comunicación abierta con su partido. Al señalar que Pedro Sánchez pasará el próximo año entre los juzgados y Waterloo, se da por hecho que él en ningún caso viajaría a Bélgica para "fotografiarse" y abordar una posible moción de censura pese a que ese es su principal objetivo de aquí a mediados de 2027, desalojar a Sánchez de La Moncloa para aplicar sus propuestas. Lo cierto es que se lo ha puesto demasiado fácil al prófugo Carles Puigdemont, que es tan imprevisible como provocador, siempre que sea para perjudicar la estabilidad de las instituciones y que puede poner al líder popular en la tesitura de entonar aquello del ni contigo ni sin ti tienen mis aspiraciones remedio, al menos hasta la convocatoria electoral.
Las relaciones con Vox tienen un carácter distinto y Feijóo se muestra más incómodo al abordarlas, en principio porque tienen la llave para la aprobación de los presupuestos de algunas comunidades autónomas -en dos de ellas ya han echado el candado-, y porque el partido de Santiago Abascal no da síntomas de perder expectativas de votos. El líder popular también corre riesgos al plantearle "si quiere hacer oposición a Sánchez, o al PP": para muchos votantes de la ultraderecha es una disyuntiva envenenada.
A Feijóo le interesa que los jueces tarden cuanto más tiempo mejor en resolver los procedimientos contra la esposa y el hermano de Pedro Sánchez -dos "ciudadanos particulares" en el lenguaje de Isabel Díaz Ayuso- y el fiscal general del Estado, aunque el caso de corrupción política de mayor enjundia sea el que afecta al exministro José Luis Ábalos, porque cifra a los problemas judiciales de Sánchez-PSOE-Gobierno que se extienda la sensación de desgobierno y porque sigue esperando que sean los jueces quienes acaben con la estancia de Pedro Sánchez en La Moncloa.
El líder de la oposición tuvo que abordar en su balance anual dos asuntos que le incomodan: el primero, las conmemoraciones previstas por el Gobierno para celebrar el fin del franquismo. Al PP le basta con las veces que condenó, arrastrando los pies, el régimen de Franco y porque considera que es un asunto que divide y fractura el país; y segundo, la comida del presidente valenciano, Carlos Mazón, el día de la dana. Como Caín, ha venido a decir "acaso soy yo el guardián de mi hermano" y no le pedirá que presente la factura del famoso almuerzo. Si acaso ya le pasará la cuenta cuando haya que elegir candidato.