Las visitas ministeriales son habituales en casi cualquier ciudad, aunque no se prodiguen mucho en la nuestra. Quizá Marlaska tenga el título de miembro del Consejo de Gobierno que más se ha dejado ver entre hoces, que si la Comisaría, que si el Centro de Estudios Penitenciarios. Cierta vez, un miembro de su equipo llegó a sugerirme que Cuenca le debía una estatua, no sé yo. Extraña ciencia la de Jefatura de Gabinete de ministro, que programa y desprograma agendas con criterio, soltura y alegría en una liturgia que esta semana ha provocado la visita a Cuenca de Elma Sáiz, la última en transitar la A-40 desde Madrid hasta atisbar el Cerro Socorro y desembarcar en nuestro pueblo. Y vino a hacerlo en su condición de conferenciante y con la universidad como escenario, donde quiso dictar sobre la contribución de la población extranjera al sistema público. Dibujó líneas paralelas entre racismo, bulos y aporofobia, trazos gruesos y a carboncillo del que se borra que terminaron por difuminar la disertación en un alegato extraño en el que defendía que no hay que ser racista si monetizas al inmigrante.
Hiló la conferencia queriendo hacer notar la aportación de la inmigración sobre todo en el ámbito económico, no sé bien si pretendiendo que los que no suelen entender, acepten que el racismo se te cura si te pagan la pensión. «España como motor de crecimiento en Europa» con «una población extranjera muy importante en la sociedad» como mantra para convencer de que el mismo continente que ha saqueado los lugares de origen de la inmigración va ahora a toda máquina gracias a los que sufrieron el expolio de sus tierras.
Colocar como eje del argumentario la aportación a la economía de los que vinieron buscando prosperar es un mimbre más en la cesta de su deshumanización, esa que usan los xenófobos para llenarla después de votos y justificar la otra cara de la moneda, la de que si las 'paguitas', la de que nos quitan el trabajo, ese trabajo que ni en mil vidas ellos habrán de hacer. Que aquellos que ocuparon un escaño a fuerza de decir que los 'menas' le quitan la no contributiva a la abuela no han doblado el lomo para coger una fresa en su vida, pero usan el argumento contrario al de la ministra para convencer de que es necesario cerrar las fronteras y echar a todo aquél que no coma jamón. Y la ministra puso cifras, asegurando que la xenofobia cuesta a España 17.000 millones de euros. Bien está si sirve de algo, pero emancipar a la sociedad por lo necesario de abrir los brazos a la inmigración justificándola en que nos llenarán la cartera es igual de torticero que argumentar lo contrario diciendo que los de fuera nos meterán la mano en el bolsillo.
De los 4.400 menores no acompañados que, por humanidad, responsabilidad y legalidad, hay que realojar entre las autonomías, llegarán a Castilla-La Mancha 295. Si nos adherimos a la doctrina de la ministra, no hay que quejarse por reubicarlos porque terminarán por contribuir a la economía, como no nos quejamos de los miles de turistas que se hacinan en el Casco en verano, que también se rascan el monedero. Ni 300 menores en toda la región, cifra similar a los niños ucranianos que Cuenca ha atendido desde que estalló la guerra. Nótese aquí la diferencia entre ser rubio o venir en patera.