Sabina clamaba al cielo para que no le cerrasen el bar de la esquina. Es el proveedor de la espuela, aunque todos lo son. Cualquier cosa que te pase, una desgracia o una suerte, vas a llorar o celebrar lo sucedido con un vaso en la barra de un bar. Es el símbolo nacional. La única diferencia que había el día 31 por la tarde del resto de los días es que estaban todos los bares cerrados, y las calles de los pueblos y de las ciudades estaban como huérfanas, como asaltadas. No había circulación apenas, la gente estaba en las casas como cuando se declara el estado de guerra o de excepción. Las calles vacías, sin almas, son como un desfiladero del aire. Los semáforos inútiles ponen ese intermitente verde con el muñequito marcando el paso, pero no hay personas. Es el vacio absoluto físico y químico.
Al día siguiente todos salimos a la calle y nos llevamos el alegrón del ruido, de la gente andando y hablando, aunque sea por teléfono y con auriculares, y sobre todo las terrazas llenas ya de gente, los camareros, las cañas encima de las bandejas, las raciones de boquerones y aunque sean los nachos con aguacate, resucitan la vida cotidiana de un país donde el símbolo debía ser una barra de bar. En cualquier barrio de Madrid hay más bares que en toda Noruega y Suecia juntas. Aquí la gente, salvo los locos del volante, sabe beber, y se va en las fiestas de guardar y en los momentos cúspide, tropezando si quieres, tranquila y pausadamente a su casa. Eso no ocurre en todos lados. En el Rocío un millón de personas bebiendo continuamente y ni un altercado. En la Feria tanta gente y tampoco, en los San Fermines algo más porque parece que si nos acercamos más a Europa, la sangre hierve más. ¿Alguien se imagina un millón de personas bebiendo y sin altercados? Nosotros sí. Los alemanes o los ingleses no. Saber beber es una cosa y que te lo hagan imposible a base de impuestos al alcohol como en esos países solo te lleva al suicidio. Solo hay que ver los índices.
El bar de la esquina en EE.UU. es ese sitio donde el protagonista se sienta solo y habla con el camarero, y a veces con suerte llega un desconocido o una amiga y liga con él. Pero es que los americanos, que también tienen bares en las películas, como si quisieran normalizarse, hacen cosas, también en las películas, difíciles de asimilar. Por ejemplo, se toman las pastillas sin agua, o se afeitan si aclararse y se secan con la toalla inmediatamente después, con el jabón todavía pululando por la mandíbula. Los americanos por los menos también tienen el bar de la esquina. Un alivio, porque tienen bombas atómicas. Prefiero que los tenedores de bombas atómicas sean tan humanos como para ir a los bares. Es más seguro. En los demás países hay restaurantes sin barra. En una mesa te pueden servir un chop suey o unos carbonara, pero la gracia que tiene un plato de mejillones en escabeche en una barra con unas cañas y un corrillo … Lo siento, solo existe en España.
Después de ver el 31 los bares cerrados me vino una depresión que me empujó a escribir este homenaje. Que nadie se atreva a cerrar el bar de la esquina.