Hace exactamente dos años por estas fechas presenté un libro sobre los tres últimos líderes socialistas en España, Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez. Para que nadie me acuse de haber venido, cual Umbral, a hablar de 'mi libro', diré que, en apenas dos años, el volumen, por otra parte agotado, ha quedado por completo desfasado e inútil.
Tantas cosas han ocurrido en el partido fundado por Pablo Iglesias posee hace 145 años. Parafraseando a Alfonso Guerra, a este PSOE no lo reconoce ni la madre que lo parió. Y este sábado, en la reunión del comité federal, y después en el 41 congreso, a finales de noviembre, vamos a comprobarlo de sobra.
Lo primero que pienso que hay que decir es que se equivoca la plana mayor del PP cuando piensa en deserciones masivas en el Partido Socialista ante la deriva presidencialista, personalista, de Pedro Sánchez. El PSOE es mucho PSOE, tiene a sus espaldas, y ha sobrevivido a ellas, crisis internas que van desde Prieto y Largo Caballero hasta Rubalcaba-Chacón, desembocando en las varias que ha protagonizado el propio Sánchez, dejando en la cuneta a varios dirigentes que antes le habían apoyado o que habían competido contra él en elecciones primarias.
La reunión del comité federal de este sábado será, creo que puedo anticiparlo, bastante más pacífica de lo que en algunos medios, que hablan de 'purgas', se refleja: ya digo que el PSOE, como partido, ha tragado con muchas cosas y ahí sigue, la formación más antigua de España y la que, tras el Partido Popular, mayor y más disciplinada militancia tiene. Pero, eso sí, pienso que Pedro Sánchez, que es la fuente de todo poder, sabe que tiene que variar no poco el rumbo con respecto al 40 congreso, celebrado en octubre de hace tres años... en lo que no lo haya variado ya. Porque lo cierto es que de aquel 40 congreso, celebrado en Valencia, apenas quedan las figuras del secretario de Organización, Santos Cerdán... y, claro, del propio Sánchez, que es, ya digo, la fuente única de todo poder. Y los demás, con la boca cerrada, que el que se mueve o no sale en la foto o va a parar a la foto equivocada.
Desde aquel octubre de 2021, cuando tuvo lugar el último congreso socialista, Sánchez ha colocado como 'número dos' del partido a María Jesús Montero, nunca elegida en congreso alguno, que compatibiliza el puesto con el de vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda, un pluriempleo simplemente imposible en momentos en los que de lo que se trata es de intentar, difícil tarea, sacar adelante unos presupuestos generales del Estado. Que seguramente no encontrarán los votos suficientes para su aprobación en el Congreso de los Diputados, poniendo en riesgo la gobernación de Sánchez y su permanencia en La Moncloa.
Pero el gran tema a abordar, primero en la ejecutiva federal y luego en el congreso federal, será el de la variación territorial en España. Esa 'federalización' de la que Sánchez, que no ha vuelto a referirse al tema desde entonces, habló el último día de julio, como consecuencia del pacto con Esquerra Republicana de Catalunya para sacar la investidura de Salvador Illa. Se anticipa una dura batalla no solo con los 'barones territoriales' del PP, donde no parece que haya una postura unívoca respecto a qué hacer, sino, sobre todo, con el mundo constitucionalista, que de ninguna manera podría dejar pasar un pacto en el que se contienen al menos cuatro violaciones de otros tantos artículos de la Constitución. Ante este maremágnum, pensar que solo se trata de ir ganando elecciones autonómicas para los socialistas sería por completo insuficiente.
Olvídense, de momento, de la amnistía, que es cosa que, pese a la oposición en el Tribunal Supremo, en La Moncloa dan por superada a más o menos corto plazo. Es ese pacto con ERC la última 'línea rojísima' que Sánchez tendrá que traspasar a cambio de no se sabe bien qué, porque parece que la sintonía con Junts y sus siete votos en la Cámara Baja está del todo rota, y con esa jaula de grillos que es ERC ya veremos: su gobernación ha dejado de estar asegurada.
Nadie hablará de esto en el comité federal de este sábado, claro. Y casi estoy por apostar por que el nombre de Puigdemont -la 'bestia negra' que ha hecho caer en el ridículo al Ejecutivo-tampoco saldrá demasiado en las intervenciones de los miembros del comité. Se trata de preservar al PSOE de las muchas cuestiones espinosas que, como partido que sustenta al Gobierno, le aquejan: lo importante en esta sesión del Comité es escuchar el discurso triunfalista de Sánchez, antes de que ponga rumbo a China. Asl que, como mucho, dejarán de aplaudir los discrepantes ya conocidos; nada que ver con aquellos comités federales, tan movidos y debatidos, del 'felipismo'.
Y ya que estamos, anotemos que el 41 congreso ha sido convocado para celebrarse en Sevilla, el lugar fundacional donde los González, Guerra, Escuredo, Chaves, Yáñez, entre otros, tomaron en 1974 (también en octubre, cincuenta años, qué casualidad) el control del PSOE, arrebatándoselo a los 'históricos' arrumbados en el exilio de Toulouse. ¿Irán ahora, como fueron, aun refunfuñando, hace tres años, los Felipe González y demás a este congreso sevillano? Obviamente no; ya he dicho que es mucho lo que ha cambiado en el PSOE en estos últimos años, y uno de los cambios principales es que aquel equipo fundador de 1974, básicamente sevillano, con González al frente, se ha enemistado irreconciliablemente con el 'sanchismo', empleado sea el término sin el menor ánimo peyorativo. Es, simplemente, que lo que ahora existe es 'otro' PSOE, mucho más parecido a un movimiento que a un partido socialdemócrata tradicional, y eso que Sánchez preside, para lo que valga, la internacional socialista.
Por eso mismo, Sánchez tendrá que rectificar. Cambiar mucho, empezando por la (in)comunicación que sufre el partido, sectariamente alejado de una mayoría de los medios informativos, para los que se han 'secado' las fuentes socialistas. También tendría, aunque quizá no lo haga, que colocar al frente a dirigentes que no compatibilicen esta actividad con la gubernamental. Y dar mayor libertad a los que no están de acuerdo, en lugar de señalarles con el dedo de los proscritos. Por supuesto, también hacer del PSOE un partido 'simpático' y no hostil para con los que no se integran en su 'sensibilidad'.
El 40 congreso se cerró en falso, sin más que una sola propuesta programática, abolir la prostitución, que no se ha podido, como se esperaba, cumplir. Nada más: el resto fueron culto al líder y aplausos. Muchos aplausos. Ahora, Sánchez ha hecho muchas cosas, buenas y malas. Pero, entre las últimas, se encuentra un notorio desprecio por lo legislado -incluyendo la Constitución-y por lo que se llama 'costumbre política', que en otros países, como los anglosajones, es sagrada. Me parece que Sánchez, que se presenta falsamente como pacificador y moderador, sabe que tendrá que renunciar a algunas de sus alianzas, indeseadas para todos, empezando por los propios militantes socialistas, abrir más sus puertas, renunciar a planteamientos belicosos -aunque estén en su ADN-y abrir, ahora de verdad, una nueva era. Será eso o, me atrevo a vaticinarlo pese a que el presidente parece indestructible, morirá políticamente. Y sin tardar demasiado; antes, desde luego, de que concluya oficialmente la presente, agónica, Legislatura.