El otro día me crucé con un amigo artesano que me informó de que se iba a reabrir la Mezquita de Tornerías de Toledo. Un centro que se cerró hace demasiados años. La intención es reflotarla como Centro de Promoción de la Artesanía de Castilla La Mancha. Fue inevitable un rapto de nostalgia por los que tanto lucharon por ella, especialmente de algunos ya no están entre nosotros. Aprovecho estas líneas para recordar entrañablemente a Carlos Gallardo que tanto tiempo y profesionalidad le regaló.
Se calcula que en España unas 40.000 empresas y cerca de 100.000 personas se dedican a la Artesanía con un negocio estimado de 6.000 millones, se habla del 0,54 del pib nacional y de cerca del 5% de la industria manufacturera. Aunque no olvidemos que esos guarismos incluyen el sector de la bebida y la alimentación, más de un 46%, que en la Administración Regional de Castilla La Mancha no tiene la consideración de Artesanía. Ya en 2019 se hablaba de 213.000 trabajadores y 64.000 empresas, un descenso del 5% respecto al lustro anterior.
Seguimos viviendo en una sociedad en la que existe desconocimiento sobre el sector artesano. Se sigue viendo como algo añejo, falto de valoración y reconocimiento social. En una época de culto a la marca e inmediatez, de falta de formación y de paciencia y sobre todo de relevo generacional, es más que necesario que nunca que tratar de hacer de la necesidad virtud tratando de que la Artesanía no sea mera guinda de pasteles ajenos como el turismo cultural, eventos institucionales, patrimonio… y que se convierta en elemento esencial y diferencial que sepa adaptarse a una sociedad tan agresivamente consumista e insatisfecha como la actual.
Adaptarse a la diversidad y nuevos modelos de consumo, pero sin renunciar a su singularidad, lo que inevitablemente debe llevar a la exclusividad y a la alta gama (en España no llega al 1 por ciento, mientras que en Francia supera el 30). Porque si entra en la masificación, intrusismo, falsificación y en la inversión institucional errática o repetitiva que no fije el tiro en el talento y la creatividad está condenado a no adaptarse y a pasar desapercibido.
Ojalá la Mezquita retome esa senda y apueste por una tienda artesana atractiva que no renuncie a la venta on line; se aleje de market places manidos y poco atractivos; organice cursos y talleres que sensibilicen a niños y mayores enseñándonos a todos a valorar lo que cuesta la Artesanía; que sirva para poner en conocimiento de la ciudadanía una artesanía viva y dialogante, no en un mero repositorio inocuo de piezas; y que cree espacios de venta y trabajo compartido entre diversos oficios y sensibilidades artísticas, desde pintores, escultores, oferta turística de calidad, gastrónomos, hasta diseñadores, escritores, ilustradores, programadores, expertos en marketing digital, creadores de contenidos… porque solo de esas sinergias, siempre en clave de igualdad y humildad, pueden salir productos que se sostengan en el tiempo y atraigan a nuevas generaciones ansiosas de nuevos estímulos.
El marco es incomparable y los profesionales que la han restaurado de primera línea. Ojalá el centro logre ser referencial. La Artesanía y los artesanos se lo merecen.