Humberto del Horno

Lo fácil y lo difícil

Humberto del Horno


Pablo y Babacar

10/11/2023

No hay mucho dinero en casa de Pablo. Suerte, si acaso, si hay dos raciones de comida al día para su madre y sus cuatro hermanos. El colegio se acabó cuando cumplió siete y desde entonces sólo queda pescar y cruzar los dedos. Pero el Júcar no es lo que era. Las truchas arcoíris se las llevan los pescadores que vienen de lejos, que las pescan porque el río se vendió al mejor postor, porque tienen barcos más grandes y porque tienen redes más largas. Con su red roída y con su barcaza de madera, Pablo y sus amigos, otros tantos como él, distintos de corazón pero iguales en desidia y ambiciones, apenas pescan cabezotas que sirvan como cebo. Lo que pasa en la rivera del Júcar, cerca de donde desemboca el Moscas, se repite a diario entre el amanecer y el atardecer. Mañanas de esperanza que se agrieta y ocasos de levantar la mirada para intentar soñar lo que hay más allá de la línea que le mantiene aislado de todo lo demás. Más allá de esa línea debe de estar Madrid, aunque no se ve. En su ciudad venida a menos, que aún es Patrimonio de la Humanidad aunque sólo se lo crea el cartel de la entrada, la diferencia entre un día más sin llevar truchas a casa o asomarse al otro lado del abismo del horizonte en la barcaza de madera es, cada vez, más corta. Y Pablo se acuerda de Pedro, que surcó el inmenso Júcar para llegar seis días después a la tierra prometida, donde encontró la fortuna de poder recoger fruta 14 horas al día mientras esquiva a la policía. Qué suerte, Pedro. Ojalá, al menos él tiene algo que poder mandar a casa.

No hay mucho dinero en casa de Babacar. Y de ahí en adelante la historia es la misma que la de Pablo. Cambie el Júcar por el Atlántico, Cuenca por la senegalesa Sant Louis. Cámbiele el color de piel y el color de su bandera, y fotocopie el relato, que es el mismo si no se tiene en cuenta que la historia de Pablo sólo existe en estas líneas. Pero los dos, uno en la ficción y otro en la realidad, estarían dispuestos a lanzarse al agua por un resquicio de prosperidad. Y hay más patria en Babacar tirándose al mar dejando atrás familia y amigos para buscar futuro que en las banderitas de España que lucen en muchas muñecas.

En pocos días, treinta como Babacar recalarán en 'Las Pepas' después de que la Congregación de las Siervas de San José haya cedido parte de sus instalaciones. Y lo hace al mismo tiempo que pide por carta evitar actitudes de rechazo a «gente que viene con corazón y con sentimientos y buscando una vida mejor». Con un poco de empatía sería suficiente. Y sólo quería aprovechar este pequeño espacio para firmar debajo.