Javier Caruda de Juanas

Javier Caruda de Juanas


Don Alonso dixit

16/11/2023

Dice el refranero castellano que no hay quinto malo. Debe ser cierto o, al menos, así deben pensarlo los vecinos del grupo de La Paz ya que, por fin, se han adjudicado las obras de reurbanización de sus calles. Esperemos que no pase mucho tiempo desde esta adjudicación hasta la conclusión, que ya sabemos que nuestras cosas de palacio suelen ir muy, muy despacio. Ciertamente es una buena noticia para una ciudad en la que las obras civiles están floreciendo por todas las calles. Claro que generan incomodidad pero son más que necesarias para resolver problemas inesperados (véase el socavón de la calle Colón) o seguir avanzando en la idea de ciudad que nuestros munícipes intentan desarrollar con mayor o menor acierto. 

Mientras que las noticias locales se van produciendo, éstas lo hacen envueltas en ese ambiente de separación que, de una manera preocupante, parece que va calando en todos los rincones del país. Cuando estés gastando un puñado de minutos en leer estas breve líneas, estaremos celebrando el día de la tolerancia. No deja de ser paradójico que hoy, 16 de noviembre, festejemos algo que debemos haber guardado en un cajón con siete llaves. No soy yo quién para dar lecciones sobre lo que es legal o no, sobre quién debe rendir cuentas o si, en un giro maquiavélico, el fin justifica los medios. Todos tenemos recientes el recuerdo de una pandemia que, a pesar de todo, nos unió y nos llevó a creernos eso de que íbamos a salir de aquella siendo mejores. Hoy, mil días después, hemos normalizado el insulto al que piensa de una forma diferente a nosotros. Vemos con normalidad ridiculizar a aquel que, sobre los problemas comunes, se manifiesta de una manera distinta. Y, lo más preocupante, todas las partes implicadas lo hacen desde una imaginaria superioridad moral que no sé de dónde ha salido. 

A cuenta de investiduras y referéndums, hemos convertido a nuestro vecino del segundo, que está en las antípodas de mi pensamiento, en un rival, en un enemigo, por algo sobre lo que tenemos una capacidad de interacción prácticamente nula (al menos hasta dentro de casi cuatro años). No hace falta más que prestar atención a las conversaciones mientras que leemos La Tribuna tomando un café. Todos damos soluciones a un conflicto del que cada uno maneja una información diferente, según el sesgo del medio de comunicación que consuma. Nos enrocamos para asegurarle a nuestro interlocutor que la razón está de nuestra parte. Quizá lo estemos haciendo por imitación, tal y como hemos visto hacer en infinidad de ocasiones en el hemiciclo español. Necesitamos retomar la serenidad del diálogo y, sobre todo, que alguien nos explique las decisiones tomadas sin dejar ni un punto, ni un coma o nos pasará lo que a aquel caballero enjuto que pasaba las noches leyendo, de claro en claro, eso de la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece que con razón me quejo de la vuestra fermosura.

ARCHIVADO EN: Calle Colón, Pandemia