Javier del Castillo

Javier del Castillo


Con el paso cambiado

28/05/2024

En las elecciones catalanas no se habló de la amnistía para quienes delinquieron, echándole un pulso al Estado, y en las elecciones europeas me temo que tampoco se hablará de los retos que afronta el viejo continente en la actual encrucijada. Una vez más, el foco de los debates está puesto en subrayar el peligro que conlleva votar al adversario. Como viene ocurriendo en las últimas convocatorias electorales, llegaremos al 9 de junio sin saber las propuestas de los comparecientes sobre política agraria común, inmigración o defensa. 
Eso sí, nos quedaremos con algunos de los insultos más ocurrentes y celebrados. Recuperaremos – si es que alguna vez se ha perdido – el juego sucio; los ataques y las descalificaciones personales, porque aquí ya todo vale. Se utilizará cualquier declaración desafortunada, o alguna decisión judicial inesperada, para intentar modificar el signo de las encuestas y poner contra las cuerdas a las candidatas y candidatos del equipo contrario. 
La confrontación de ideas sobre el futuro de la Unión Europea, como ocurrió con la amnistía a Puigdemont en la campaña catalana, apenas ocupa unos minutos en los mítines de esta campaña. En esta nueva batalla electoral a nadie se le oculta lo mucho que se juega Feijóo, como alternativa a Sánchez, y lo mal que lo puede pasar este último si vuelve a perder pie, y tiene que aguantar con un gobierno en minoría y unos socios poco recomendables. 
En estas elecciones europeas se despejarán algunas dudas sobre lo que podría ocurrir en el caso de que Sánchez decidiera adelantar las generales. Si Feijóo no gana con claridad el próximo día 9, volverán a poner en duda su liderazgo los partidarios de Ayuso, mientras que una victoria contundente del dirigente gallego abriría de nuevo las esperanzas a una derecha que sigue desconcertada y pagando el peaje de errores y corrupciones del pasado.
Teresa Ribera (PSOE) y Dolors Montserrat (PP), a pesar de sus méritos contrastados, permanecen en segundo plano. La campaña es imprevisible y los asesores están ya más pendientes de lo que pueda ocurrir en los juzgados - y en las consecuencias políticas que pudieran tener algunas investigaciones policiales pendientes - que en las propias comparecencias de ambas candidatas. 
A Sánchez le sigue también preocupando más la información de la prensa digital menos adicta sobre su esposa que lo que puedan pensar de nuestro país en los centros de poder internacionales. Su obsesión, por encima de cualquier otra circunstancia, es mantenerse en el poder, defender su principal bien de Estado, aprovechando todos los recursos. Manejando desde Moncloa la máquina del fango y repartiendo todos los bulos que haga falta. Además, sus decisiones más discutidas – amnistía y conflictos con Argentina e Israel – tampoco parecen haber menguado sus expectativas electorales. Todo lo contrario.
Como me contaba hace unos días un veterano periodista con muchas elecciones a sus espaldas, los ciudadanos españoles no necesitamos demasiados argumentos para votar a quienes siempre hemos votado. 
En su opinión, bastaría con poner una escoba con las siglas del PP o del PSOE, en lugar de los nombres de los candidatos, y votaríamos a la escoba correspondiente sin el más mínimo reparo. 
Salvo las excepciones de los más informados.