¿Cuántas veces abres la nevera las tardes aburridas o los domingos en casa? Si comes más de tres veces al día, si te pasas el día picoteando o si te llenas hasta que no coge ni un alfiler, tu hormona insulina está de fiesta. Es muy importante 'atar en corto' a la insulina, porque de lo contrario puede ser un factor que contribuya a inflamarte. La insulina es una hormona proinflamatoria que segregas cada vez que comes, tanto si es mucho como si es poco.
Vivimos rápido, comemos por impulsos, tendemos a saciar vacíos emocionales con la comida… y esto nos inflama. Nuestro cuerpo no está hecho para comer a todas horas, esto juega en contra de tu salud. El cuerpo está mucho más adaptado a situaciones de escasez (hambre) que de abundancia (sobreingesta).
Nuestro sistema digestivo necesita descansar, necesita que pasen al menos cuatro horas entre una ingesta y otra para poder realizar una digestión correcta y que entren en juego nuestros 'barrenderos' llamados Complejo Motor Migratorio que limpian el tubo digestivo de restos alimenticios e impiden el sobrecrecimiento de bacterias. Y además, activaremos la autofagia, que es un mecanismo natural de regeneración que ocurre en nuestro cuerpo, es el proceso mediante el cual se renuevan nuestras células. La autofagia sería un proceso clave en la prevención de enfermedades crónicas y un proceso que contribuiría a evitar el envejecimiento y la inflamación celular. ¿Y cómo se activa la autofagia? Tras el ayuno y la restricción calórica.
Los japoneses tienen un concepto que me encanta: el hara hachi bu, cuya traducción es «barriga al 80%», y esto es lo ideal tras cada comida principal. Así que si después de comer te 'entra' una manzana grande, habrías alcanzado tu hara hachi bu. Ahí tienes la información, ahora ponla en acción.