Humberto del Horno

Lo fácil y lo difícil

Humberto del Horno


Carnicérix y Churrobélix

03/11/2023

Odio los paralelismos cuando me pongo serio, porque cuanto más certeros más se difuminan en demagogia, cosas mías. Adoro los paralelismos cuando hablo menos serio, que si bien nunca son lo suficientemente precisos como para ejemplificar lo que se quiere transmitir, siempre dejan resquicio al chascarrillo. No digo yo que el paralelismo no funcione como figura literaria y artística que consiste en repetir una misma estructura varias veces pero alterando algún elemento (RAE dixit), pero flojea al utilizarlo cuando debates o discutes, lo mismo que coge fuerza cuando el argumento tiene la comedia como casilla de salida. Lo segundo me encanta, detesto lo primero. Y aunque el punto de partida de este pequeño espacio en la página 3 lo preside un paralelismo aterrizado con calzador, déjenme ponerles dos ejemplos más, uno de cada. De los que permito y de los que aborrezco.

Cuando Albert Uderzo soñó a los galos que resistieron a Roma no dudó en darles carné de bretones y cumplir así dos premisas, la de hacerlos paisanos de comarca y la de no fallar a René Goscinny, quien a cambio de dibujarlos después sólo le pidió que tuvieran salida al mar para multiplicar por dos sus posibles aventuras.

Esta semana han arrancado los trabajos para vallar perimetralmente el edificio del Mercado de la Plaza de España. Cornisa y envolvente dañadas, sin riesgo estructural, según la correspondiente nota de prensa. Pero pese al cambio de ubicación de los funcionarios que habitaban el inmueble, a las vallas y a las señales de peligro, allí permanecen dos irreductubles de esta particular Galia en el centro de Cuenca. Dos negocios que no cierran. La churrería y la carnicería.

No quiero yo dar a entender que el Ayuntamiento de Cuenca sea Julio César asediando a dos empresarios porque el paralelismo se fundamenta en chiste, pero ahí están la carnicera y el churrero. Viendo pasar la vida, los clientes, los botellones de afuera en el fin de semana y las eternas promesas de mejora de este espacio, pócima mágica en mano, sin que parezca importarles ni el peligro de derrumbe ni la valla que les circunda.

Ya lo ven, no han hecho falta Bretaña ni romanos con lanza para que la historia haya fotocopiado distintas galias a lo largo de los años, con su asediador y con su terreno asediado. Si hasta 'galia' da nombre a un tipo de melón. Esa variedad híbrida, más pequeña, algo más dulce, inventada en Israel en los 70. «Qué casualidad», dirán algunos. «Qué ejemplo tan bueno de odioso paralelismo», dirán otros.