Cosas del azar, o del vacacionar, me tocó seguir la noche mágica de La Fuensanta de la pasada semana a 1.500 kilómetros de su centro del campo, pero como acompañarse al transistor de la voz de Manolo desde la radio pública es como estar en casa, me sentí uno más de los 6.000 paisanos que agitaron bufandas desde la grada para escribir, quién sabe, una de las páginas más bonitas que ha dejado el deporte conquense. En la misma semana en la que el motillano Kike García firmaba la media centena de goles en Primera División, la Avenida de los Alfares se vistió de Paseo de la Castellana (o de Los Melancólicos, o de Avenida Diagonal, que no he venido aquí a molestar) para retumbar durante un ratito en emisoras nacionales y lucir mejor que nunca en televisión, con Mangana y la Catedral como testigos alumbrando desde lejos. En esa tarde donde el 'Y si sí' se hizo tan eterno que se fue a la prórroga, me niego a desprenderme de la sensación que me envolvió durante toda la semana y que se hizo carne el día del partido y hasta el minuto 92.
Por qué no. Se puede pensar en alargar un 'Y si sí' que se apuntaló en un once inicial con cinco de Cuenca y un archivero a tiempo parcial luciendo el brazalete. Y si con esos mimbres fue posible creer, levantemos ahora la mirada. En esta misma semana en la que se ha oficializado la celebración del Mundial de fútbol de 2030 en España, mis cálculos me llevan a asegurar que en seis años Cuenca seguirá estando a 170 kilómetros de Madrid. La ciudad puede ahora remar para recorrer un camino de algo más de un lustro para que con el pitido inicial Cuenca pueda ser importante en el desarrollo de la cita mundialista. Impensable, hoy por hoy, ser de ayuda para cualquiera de los 48 equipos que llegarán a la fase final poniendo a su disposición nuestro humilde músculo deportivo para quien lo necesite. Y aunque no se me ocurre mejor lugar que Cuenca para velar armas antes de una final si es que la Copa del Mundo ha de levantarse en el Bernabéu, estamos lejos de ser atractivos para la última cena de cualquier selección que aspire a coronarse.
Pero y si sí. Y si el empujón de la pasada semana ha servido para abrir los ojos de las instituciones como se abrieron los corazones del 11% de la población local que abarrotó el campo por primera vez en su historia. Y si con más cariño y más presupuesto la ciudad comenzara a estar a la altura. Un crecimiento que, sin duda, llevaría aparejado ensanchar las oportunidades para que un conquense, alguna vez, vista por fin la camiseta de la absoluta. Hay materia prima y hay una Balompédica que, pese a las dificultades, resiste de blanco y negro. Que está cuidando la cantera y que está cuidando al fútbol femenino, y que se merece mucho más que un hombro que se arrime de vez en cuando.
Cuenca y los que mandan en Cuenca supieron estar a la altura cuando tocaba, aunque solo fuera porque los focos estaban encendidos. Demostraron, demostramos, que se puede. Soñamos pasar de ronda casi tanto como era necesario. Qué puede pasar ahora si soñamos más fuerte.