No te lo guardes. Dilo: «Te quiero, papá». Mañana es su día y más allá de los regalos y gestos, vale la pena explorar el fascinante terreno somático que se despliega cuando expresamos amor. Hoy nos sumergimos en el análisis de los efectos físicos de decir «te quiero», revelando cómo éstas simples palabras pueden desencadenar una sinfonía de respuestas físicas que elevan nuestra experiencia emocional.

Decir lo que pensamos y sentimos en positivo nos llena de emoción; y tanto la persona que lo expresa como la que lo recibe experimenta unas reacciones químicas que se transforman en reacciones somáticas: liberación de oxitocina que fortalece aún más ese lazo especial, así como la reducción del estrés al disminuir los niveles de cortisol. Se libera dopamina que contribuye a la sensación de placer. A nivel cardiovascular, mejora la circulación sanguínea, disminuye la presión arterial y aumenta la variabilidad de la frecuencia cardiaca. Nuestra respiración se hace más profunda, emitiendo un suspiro fisiológico que activa nuestro nervio vago.

Se estimula nuestro sistema parasimpático craneal activando nuestras glándulas, entre ellas las lacrimales. También desencadena la liberación de endorfinas, neurotransmisores relacionados con el bienestar y el alivio del dolor. En nuestro plexo entérico se secretará serotonina con la expresión de mariposas en el estómago, además de fortalecer nuestro sistema inmunitario. 

Así que para ti papá, para ese marido maravillo que es el mejor padre del mundo, para ese hermano que su centro del universo son sus hijos, para ese cuñado que su hija le hace sentir lo que nunca imaginó, para aquel tío, que sin ser padre, hace de padre… para ti, hombre maravilloso que tienes el título de papá, te quiero. Que mañana, día del padre, celebremos no solo las palabras, sino también las respuestas somáticas que acompañan al expresar amor. Que cada «te quiero» sea un eco somático de cariño, conectando corazones y elevando la salud y el bienestar al más alto nivel.