Javier del Castillo

Javier del Castillo


El presidente del fango

05/11/2024

El fango era la metáfora de una realidad inexistente. El verdadero fango – la riada, el barro, la desolación, la tragedia y la muerte de centenares de personas – estaba por llegar. La indignación, el estallido social, también ha venido después, al comprobar con impotencia los ciudadanos de la Comunidad Valenciana la incapacidad del Estado para reaccionar de forma urgente e inmediata ante una de las catástrofes más grandes que se recuerdan. 
Es difícil escribir sobre una tragedia de tamaña magnitud cuando el número de muertos sigue creciendo todavía y prosigue la búsqueda de centenares de desaparecidos. Sin embargo, hay una cuestión meridianamente clara: fallaron las medidas preventivas. Fallaron las alertas, los avisos y la capacidad de reacción de las administraciones correspondientes. En definitiva, se reaccionó demasiado tarde. 
La sensación de desamparo ante una catástrofe sin precedentes explica la reacción de los valencianos el pasado domingo en Paiporta. No hay que precipitarse a la hora de buscar responsabilidades, pero parece evidente que el Estado español – del que acababa de presumir en la India el presidente del Gobierno la víspera de la tragedia – no supo responder de inmediato a la magnitud de la misma. La eficacia se diluye cuando se desprecia la unidad y se abona el enfrentamiento y la discordia.
Pedro Sánchez no puede esperar a que le pidan ayuda al Gobierno. Se supone que es el presidente de todos los españoles y las competencias, más en casos como éste, también son suyas. ¿Cómo se puede decir, con la prepotencia que le caracteriza, que «si no tienen recursos suficientes, que los pidan»? ¿Es necesario pedir ayuda a quien tiene la obligación de ofrecerla mucho antes de que se la reclamen? ¿Dónde está esa empatía que tanto reclamaba durante la pandemia y esa solidaridad que pregonaba cuando se despertó el volcán en la isla de La Palma? 
Las imágenes del domingo, mientras corría a refugiarse en uno de los coches de la comitiva oficial, deberían hacerle reflexionar sobre su futuro. Recapacitar y plantearse si, realmente, merece la pena aferrarse al poder, a cualquier precio. La huida de Sánchez – ojo, dejando claro que la violencia nunca es justificable -, contrasta con la actitud dialogante y ejemplar de los reyes de España. Es inevitable destacar la figura del rey Felipe VI rechazando la protección del paraguas e intentando apaciguar los ánimos, ante un gobierno autonómico valenciano desbordado por la magnitud de la tragedia y un gobierno central que reacciona tarde y tiene dudas a la hora de poner al servicio de los ciudadanos todos los recursos disponibles. 
«Entiendo el enfado y la frustración», declaró el monarca, en otro gesto que le honra. Tanto él como la reina Doña Letizia aguantaron el chaparrón - con lodo incluido -, mientras una señora se liaba a paraguazos con un coche de la comitiva gubernamental. Y la buena señora no parecía militar en ningún grupo violento de la extrema derecha, ni formar parte de ningún comando organizado. 
Pese al esfuerzo de los miembros del «comando» organizado de asesores de Moncloa para restar importancia al incidente, las imágenes son elocuentes. Por mucho que subrayen que la organización de la accidentada visita a Paiporta y a Chivas fue cosa de Zarzuela, cada vez les resultará más difícil limpiarle el fango a un presidente que huye de los problemas y echa balones fuera cuando debería asumir responsabilidades.
El fango le ha caído encima, pero sabe moverse bien en el barro.