Humberto del Horno

Lo fácil y lo difícil

Humberto del Horno


Lardear sin música de fondo

28/02/2025

Puedo viajar en el tiempo de Jueves Lardero en Jueves Lardero y levantar la mirada en cada una de las paradas de este recorrido inverso para atreverme después a echar cuentas de cada uno de los pasos que ha ido dando el minutero, de puertas para adentro y de puertas para afuera. Me recuerdo, de primeras, envolviendo en papel de aluminio un pan redondo y subiendo a la ermita de San Antonio con mi bisabuela Angustias. Aquello, entonces, eran las afueras de las afueras. En esta primera estación acabamos de estrenar los 90 y Cuenca no sabía cómo ser moderna tras quedarse atrás en casi todo ante el espejo estatutario y frente al resto de las provincias de una región mal cosida.

Y a cada vuelta al sol, la liturgia que bailaba en torno a una merienda iba mutando al mismo ritmo que se me quedaban cortos los pantalones y pequeñas las zapatillas. La primera vez que saqué la navaja para abrir la hogaza y rellenarla de chorizo sin supervisión paterna fue en Nohales, aventura a pie para la que jamás hubiera conseguido el preceptivo permiso de no haber completado el trayecto en compañía de mi amigo David. Era, de lejos, el más responsable de la manada de mandriles con la que compartí pupitre. «Tened cuidado, David», le dijo mi madre antes de cerrarme la mochila, aunque yo era el mayor de los dos. Era el 95 y ya soñábamos con ser Ciudad Patrimonio de la Humanidad, aunque quizá no entendíamos aún para qué diablos serviría. 

Hay lustros más anchos que otros aunque todos duren lo mismo –con permiso de los bisiestos–, y el que separa el último pasaje del que ahora introduzco es sin duda el más abismal de todos los que he coleccionado. El preludio de la cuaresma en este caso nos lleva a la ribera del Júcar, a mitad de camino entre la fuente de Martín Alhaja y el Puente de San Antón y, hoz mediante, justo enfrente de San Julián 'El Tranquilo'. La tradición se vuelve aquí más prosaica entre los quinceañeros de finales de siglo, que cambiaron la tajá y el huevo por la Coca-Cola y el cartón de Don García para inundar un punto en el camino bautizado como 'Las Explanadas'. Una vez superado el efecto 2000, nuestra ciudad se enfrentaba al inicio de un nuevo éxodo y no sabía todavía que la panacea del AVE nacía muerta, pese a los brindis que provocó la noticia. 

Los recuerdos larderos se difuminan a partir de aquí, maldita mayoría de edad y mudanza universitaria. Hasta 2025, año en el que rocé Cuenca montado en uno de esos trenes AVE que me devolvía a Madrid tras surcar Castilla y que me dio la oportunidad de ver de lejos mi ciudad para inspirar este rincón de viernes y llegar a una conclusión. Que en todos y cada uno de los casos que les he venido a contar hay puntos en común, no solo el pan, el chorizo y el huevo. Todos ellos anticipaban Carnaval y Cuaresma y coqueteaban con la primavera en mayor o menor medida, cosas del calendario. Pero en este Jueves Lardero ha ocurrido algo inédito, y es que nunca antes hemos abierto el pan sin que una gestión municipal nos privara de saber a estas alturas quién iba a tocarle el Himno de España al San Juan cuando regrese a El Salvador dentro de poco más de 40 días.