Sonaba la campana cuando Isidoro tuvo que desdecirse y ampliar cuatro años el horizonte de su presidencia del balonmano conquense, y solo él sabe si lo hizo por amor, por hartazgo o por desesperación, pero el suspiro de la grada de El Sargal se oyó en Torremangana. Si se hace un repaso por los 35 años de historia de este club se concluye rápido que ha sido más montaña rusa que tiovivo solo con los cambios de nombre, desde el Madrid-Cuenca fundacional del 89 hasta Rebi y pasando por Edenca, pero casi siempre con el Tormo en el pecho, alquilando el apellido al que se atreviera a bordar su logo en la camiseta o al que le sobrara un buen flotador para que el balonmano de la ciudad siguiera respirando. Y se respiró, porque cuando faltaba el aire en la pista sobraba en la grada a golpe de Furia y Biberón. Todavía era el siglo XX cuando el fantasma del punto y final hizo su primer 'boo' como preludio a una década de travesía por un desierto que nos alejó de la División de Honor 'B'. Hasta que en 2005, y para una vez que había dinero, asaltamos a punta de monedero la plaza del filial del Granollers.
Las letras de esta historia se pintan ahora de dorado para contar los mejores años del club, que ha salpimentado alegrías deportivas con penas económicas. Una historia de la que tuve el honor de participar poniendo voz en Punto Radio a las victorias que nos llevaron al ascenso siempre que el entonces Edenca jugaba fuera de casa. Tardes en Alcobendas, Huesca, Almoradí, Antequera, Granollers, Torrevieja o Barakaldo narrando los caderazos a la escuadra desde el centro del campo de Grossas hasta los flechazos de Rafa López desde la izquierda. Miles de kilómetros con Víctor Rubio de copiloto, en el coche y en las cabinas de narración.
Y volvió la Asobal a Cuenca para quedarse, y aunque siempre con lo justo y temiendo el fin de mes, solventando las estrecheces con dignidad y con dos agujeros más en el cinturón cuando hacía falta. Pero no lo suficiente como para poder aceptar la invitación a jugar en Europa en 2012. Y todo ello con la mejor afición del mundo, tanto que tuvimos que alquiársela a Qatar para animar a los suyos en el Mundial de 2015.
De ahí, a jugar en Europa y a subcampeonar Asobal siendo el mejor de los equipos mortales. Todos estos latigazos, desde la mitosis para desligarse del Atlético de Madrid en el 89, con Isidoro Gómez Cavero como protagonista, primero como médico y después como todo lo demás y sin contar con el paréntesis en el que dejó los trastos a Evaristo por no encontrar el suficiente apoyo institucional. La marmota, que siempre vuelve. Y se tuvo que desdecir sobre la bocina porque se confió en que alguien asumiría el reto del relevo que nunca llega, consciente de que dejar paso a una gestora provisional limitaría la capacidad de maniobra en un club que jugará una liga que será profesional desde la próxima temporada. La exigencia de un timón experto ha obligado al corazón del médico a seguir latiendo también por el balonmano. Urge una nueva estructura de club para adaptarse a los tiempos. Pero urge también cantera directiva por si el doctor quisiera algún día jubilarse.