La Junta de Cofradías de Semana Santa se dispone a vivir unos días realmente especiales, con la recuperación de las tradicionales celebraciones, que ya han comenzado con los actos previos y culminarán cuando dentro de pocas jornadas se ponga en marcha todo el mecanismo procesional, tan complejo de organización como rico de contenido. No creo exagerar nada si afirmo que toda esta ciudad, prácticamente sin excepciones, espera que se produzca ese feliz retorno y que lo haga con brillantez y buen tiempo primaveral para que la calle vuelva a ser el gran escenario de la celebración, tras estos dos lamentables años perdidos en tantos conceptos.
Dentro de ese repertorio previo que sirve de preparación a la gran semana de Cuenca la Junta de Cofradías ha organizado una especie de homenaje al escultor e imaginero Luis Marco Pérez. En la Sala Iberia hay una espléndida exposición en la que fotografías y comentarios se aúnan para destacar el trabajo de quien fue, desde luego, un artista destacado, un hombre importante en la historia del arte español contemporáneo. Esa exposición se completa con la recomendación de visitar las iglesias donde están depositados los pasos procesionales tallados por Marco Pérez e igualmente otra muestra situada en el Museo de Cuenca, con obras variadas. Todo ello es realmente valioso y merece un reconocimiento.
Para que la felicidad fuera completa y el homenaje a Marco Pérez no cojeara de un pie, sería conveniente que la Junta de Cofradías llevara a cabo un acto de inteligencia y civismo, devolviendo al parque de San Julián la escultura El hombre de la Sierra, que en mala hora fue arrancada de su pedestal y trasladada al Museo de la Semana Santa donde, por decirlo con palabras claras y concisas, no pinta absolutamente nada. Aquello sucedió en noviembre de 2014 y fue un error mayúsculo, una auténtica ofensa a la memoria de Marco Pérez, que concibió su obra para estar expuesta al aire libre, con sus hermanas, las dedicadas a Lucas Aguirre y a Gregorio de la Cuba. No hay ningún motivo o razón, ni artístico, ni cultural, ni ambiental, mucho menos religioso, que pueda justificar aquel innecesario traslado y por ello es conveniente, yo diría incluso, urgente, que la obra vuelva al sitio en el que ha estado durante los últimos cien años.
El hombre de la sierra, recoge la figura de un hermosísimo torso humano en bronce, muy expresiva en cuanto tiene que ver con la idiosincrasia y con la configuración étnica de los serranos, cuya personalidad, austera, seria, trabajada, queda perfectamente reflejada en este cuerpo de trazos firmes, con el que Luis Marco Pérez ganó la medalla de oro en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1926. En realidad, se trata de un vaciado de la escultura original, que es propiedad del Estado, depositada en el Museo Nacional Reina Sofía y cedida para su exhibición pública al Museo de Escultura al aire libre de Leganés, donde se puede contemplar, conviviendo con otras grandes obras de los más destacados escultores españoles de nuestra época. Tiene triste gracia que para poder ver esta hermosa obra en su ambiente natural haya que ir a Leganés, pudiendo tenerla a la vista en cualquier momento en el parque de San Julián.
En las primeras décadas del siglo XX, el artista nacido en Fuentelespino de Moya ganó sucesivamente los premios nacionales en todas sus categorías. Fue tercera medalla con El alma de Castilla es el silencio... Cuenca (1922); segunda medalla con Idilio ibérico (1924), una obra que se considera perdida o, al menos, ilocalizada; medalla de oro con El hombre de la sierra (1926), y finalmente medalla de honor con El pastor de las Huesas del Vasallo (1930). Esta última, por fortuna, bien situada donde debe estar, al aire libre, que es como la concibió el artista, igual que ocurre con esa otra escultura cuya ausencia proclama de manera constante el ominoso pedestal vacío. No quiero entrar en el terreno de la fácil demagogia sensiblera pero realmente, si Marco levantara la cabeza y viera qué han hecho con su escultura, le darían ganas de llorar.
Yo estoy totalmente convencido de que los actuales responsables de la Junta de Cofradías tienen un auténtico amor por esta ciudad y quieren lo mejor para ella. No me cabe duda de que, si se detienen un momento a pensar con lógica, caerán en la cuenta de que es un despropósito total que la escultura esté en el Museo y el pedestal vacío. Corramos un tupido velo sobre cómo y por qué se hizo aquello, olvidemos la fechoría de entonces y vuelvan las cosas a su ser natural: la cabeza de El hombre de la sierra debe volver cuanto antes al parque de San Julián.