Humberto del Horno

Lo fácil y lo difícil

Humberto del Horno


Júcar, Huécar, Moscas, San Pedro

27/09/2024

Cuesta hablar mal de uno mismo, qué pena. Detectar un error es la primera parada por la que pasa el tren de la rectificación. Y fíjense, así estamos, haciendo el balance que nadie quisiera, abrochando la joya de la corona del calendario patrio con mal sabor de boca. Siempre es más fácil enseñar el escaparate que la trastienda, por eso le quitas el polvo al jarrón del salón mientras que no te estorba cuando se acumula en los muebles viejos del trastero. Por eso solo me plancho la parte delantera de la camisa si voy a llevar americana. Culpable, llévenme preso. El mismo ímpetu por el que cuando nadie nos ve hacemos cosas que nunca haríamos si alguien nos viera. No te toques, no te rasques, no te hurgues la nariz.

Tuve la suerte de enseñarle la fiesta de mi pueblo a la persona que más quiero, que se estrenaba como matea. Le colgué el pañuelo, llené su vaso y le hablé de qué bonita es la amapola a ritmo de charanga. Como un niño que caza un bicho y lo muestra a su madre, orgulloso; como cuando la tortilla te sale perfecta y tu invitado rebaña el plato. Ahí, ahí. No sé si saben esa sensación de desear no haber visto nunca una película para poder volver a enfrentarse a ella por primera vez y disfrutarla virgen de nuevo. ¿Cómo hacer para olvidar que Bruce Willis está muerto desde el principio para volver paladear el giro inesperado de guión? Algo así sentí a cada esquina que doblábamos para comprobar con satisfacción cómo a mi invitada le invadía San Mateo y se desprendía de su carácter norteño para hacerse un poquito más conquense putativa a base de putivueltas.

Porque brilló el escaparate como se brilla en las grandes ocasiones, con la misma fuerza que la trastienda desmejoró la imagen. Una vez más, las calles de nuestro Casco Histórico, ese que es Patrimonio de la Humanidad, postularon a ser escenario para que Los Toreros Muertos se plantearan hacer el 'remake' del videoclip de Mi agüita amarilla. La crítica hoy no va al que gestiona. Se pueden poner más baños, colocarlos mejor, ofrecer bonificaciones fiscales por utilizarlos o incentivar su uso incorporando a las cabinas hilo musical, pero el resultado sería el mismo. Vi paredes llenas de chicos de espaldas junto a 'policlines' vacíos, algo que solo se explica por una mezcla de poco civismo y mala educación. Y vi el recodo de San Pedro a San Nicolás como una escena de Brave Heart con Mel Gibson rodeado de fieles, sable en mano, listos para atacar. Que puede que nos quiten la vida, pero jamás nos quitarán las ganas de mear.

No confío en que todas aquellas personas que se aliviaron descapotados, –y que en su inmensa mayoría lo hacían de pie, por si sirve la estadística–, aprendan a obrar evitando hacer de San Pedro un afluente del Huécar. Solo espero que los que vienen detrás lo hagan con algo más de decoro. Los cambios generacionales cuestan, como cuesta mover un trasatlántico. No soy optimista. Siempre nos quedará subir a la vaca andando y bajar en piragua.