En el comienzo fueron los clásicos. Primero, los griegos. Después, los latinos. Construyeron parte de la cultura occidental. Dejaron los mitos y las leyendas con las que aún sobrevivimos. No es cierto del todo, pero la unión de Roma con Grecia se la debemos al troyano Eneas. Las leyendas son más estimulantes que la historia. El derrotado trasladaba la cultura de los vencedores. Y con ello, un universo de seres fantásticos, de aventuras heroicas, de personajes distópicos, de geografías esotéricas, llegó hasta nosotros. Trasmitieron el idioma. El latín y el griego forman parte del lenguaje europeo. Manejando palabras actuales, que son latinas o griegas, comenzó la presentación del libro de Emilio del Río 'Pequeñas Historias de la Mitología Clásica', con ilustraciones de Julius, y del sello Espasa.
Al salón de actos de la Biblioteca Regional de Castilla-La Mancha le crujían las costuras (hubo que poner sillas supletorias) por la cantidad de 'escuchantes'. Resulta que conocían a Emilio del Río por los programas de Radio Nacional. Eran fans. Sabían las palabras claves y hasta les puso a bailar y cantar 'Las flechas del Amor', de Karina, alguna estrofa de Luis Aguilé sobre la lata de trabajar y se despidieron al unísono con 'el amigos para siempre'. La biblioteca era una fiesta, mejor que la de Hemingway. Los libros volaron y se formó una cola inacabable para obtener su dedicatoria y su firma. Emilio del Río habló de la magia que supone que historias tan antiguas puedan ser utilizadas para entender la realidad de un presente perturbado. Contó historias de los dioses y semidioses con lenguaje actual. No existían distancias entre el autor del libro y los asistentes. Al contrario, sin apenas darse cuenta, descubrían un universo mitad ficción, mitad real, que había regido las vidas de millones de gentes antes que nosotros. El mundo se ordenaba por seres divinos que representaban las pasiones, las contradicciones, las dudas, los errores, las traiciones, los miedos, las debilidades de los humanos. Tan humanos como nosotros. Y todo sucedía, incluso en las tragedias más feroces, de acuerdo con unas normas y unas reglas, cuyas claves los oyentes empezaban a comprender con rigor. Entre aquellos griegos o latinos y los actuales hispanos Emilio había trazado una lúdica 'cadena de oro' que explicaba la vida y la muerte de cualquier época pasada, presente y, hasta, futura. ¡Un espectáculo!