De los numerosos rincones o espacios que tiene esta ciudad, me encanta el rincón de la Puerta de Valencia. Es una parte de la ciudad que encierra nostalgia e historia. Sus edificios históricos, como son la iglesia del Cristo del Amparo, el convento de las Concepcionistas, la Casa de las Rejas, la calle de los Tintes, el puente sobre el Huécar, la subida por la calle Alonso de Ojeda o la calle Carpinteros son lugares que permiten revivir nuestro pasado y nuestro paisanaje.
Pero cada rincón tiene su particular recorrido y cada edificio, su semblanza patrimonial. Y aún así, encontrarte con la gente que por allí transita es sentir el conquensismo más puro, más romántico y más popular. Cada uno de los muchos bares que ofrecen servicio te envuelven en su particular sencillez del buen encuentro: el Marton con Toni, el Bicio con su recorrido camino del Huécar, las Hoces con Alberto, la Posada con Eva, el Palace con Guiller o el Darling con Asun, son acogedores, emblemáticos por su historia, familiares por su clientela y sobre todo, tradicionales por el entorno que les acoge.
Por eso, este enclave tiene una prolongación excepcional que ambienta y llena su enlosado: El Paseo del Huécar. Allí, donde artistas con mayúsculas han establecido el Paseo del Arte cada domingo; allí donde Chule o la señora Dora caminan hacia arriba y hacia abajo, o allí donde la Grotte sirve de modelo en color y música, Cuenca se ve de otra manera. Al final, el Teatro Auditorio de Cuenca, el mismo que fuese inaugurado un 6 de abril de 1994 por Su Majestad la reina Sofía, diseño moderno con dos salas extraordinarias en disposición semicircular donde acogen cerca de mil espectadores, te recibe y lo hace al compás de Y tú te vas en voz de su titular, José Luis Perales. Un espacio elegante.