Humberto del Horno

Lo fácil y lo difícil

Humberto del Horno


El copón de Wembley

07/06/2024

Con la primavera del 90 recién descapullada crucé por primera vez un vomitorio del Bernabéu, y la sensación de entonces se renueva cada vez que repito la liturgia. El pecho de ahora 39 se me hincha tanto o más siempre que me asomo desde el pasillo al verde, y vuelvo a tener, por un segundo, cinco años, como aquél 25 de marzo de la mano de mi padre. En el baúl de los recuerdos, entre los que no pidieron la vez para entrar y se acomodaron los primeros en la estantería de la memoria aparece mi padre enseñándome el nombre de toda la plantilla del Real Madrid. Armado con el palo de una zambomba rota, él señalaba a cada uno de los jugadores que posaban para la foto oficial de la temporada en el póster del Marca que ilustraba la pared de mi habitación mientras yo repetía la alineación, tanto que aún la recito de carrerilla. Buyo, Ruggeri, Chendo, Esteban, Hierro, Sanchís, Michel, Butragueño, Schuster, Hugo Sánchez, Martín Vázquez. Los mismos que ganaron 5-2 al Tenerife el día que, de vuelta a casa en el autobús de la peña madridista de Jorge Torner, se instaló en mí un madridismo eterno.

La memoria es frágil y la que aún resiste sepultada por las experiencias de siete lustros después tiende a magnificar todo, pero de la previa de mi estreno en el Paseo de la Castellana recuerdo comer un plato combinado en un bar cercano antes del partido mientras en la televisión del local, la primera cadena emitía el último capítulo de Los Trotamúsicos. 'Un, dos, tres, cuatro, somos los cuatro'. Un gallo, un burro, un perro, un gato. Y como aquellos cuatro iban a Bremen tocando su canción, cuatro fuenteloreños pusimos rumbo a Londres hace una semana empujados por un madridismo ensanchado año tras año a base de épica. Con un trayecto enrevesado por aquello de esquivar lo caro del capricho enfilamos la 'City' tras una parada técnica en Bolonia, donde ni rozamos la mortadela por falta de tiempo.

Hubo Cuenca en Wembley más allá de nosotros. Desde un día antes ya operaba en el Meridiano 0 un grupo de WhatsApp patrio con Salva, Edgar, Pepillo y otros oriundos que acompañaron al Madrid a recoger el último copón. Fernando Núñez, uclesino adoptivo, también estaba en la grada. Incluso Chunda, que no quiere notoriedad y que me perdonará el desliz de no guardarle el secreto en esta línea. Dos pedroñeros fueron vecinos de butaca en un fondo sur que tardó más que el norte en abandonar el estadio. En Londres hubo Cuenca y hubo bandera de Cuenca, la que llevó el director de este periódico en una maleta pese a estar a punto de quedarse en tierra, y que si al final pudo pisar la capital de la Gran Bretaña fue por pura casualidad. Pregúntenle, ya que no se atrevió a contarlo en portada. Que la foto se la hice yo.

Y hubieron uno de San Julián, otro de San Cosme y dos de San Damián. Un gato, un perro, un burro y un gallo ya trotados de casa pero que secaron el Támesis, que pusieron a bailar al Big Ben y que regresaron a Cuenca alegres y risueños tras conquistar una grada histórica donde se hicieron, mucho antes de saber el resultado, más madridistas todavía.