Mañana, justo mañana, es 20 de abril, de un 20 de abril de 34 años después de la canción que usted ya tararea, obra de Celtas Cortos, grupo de Valladolid que también, justo mañana, entonará este y otros tantos himnos en la capital de España ante un público que seguro que ahora tiene menos pelo que cuando la cantó por primera vez. Que cómo voy a hilar esto con Cuenca para justificar la tinta de este periódico, se estará preguntando el lector. Podría hacerlo rememorando cualquiera de los muchos conciertos que han dado los pucelanos en nuestra plaza de toros o contándole que Celtas Cortos fumaba mi abuelo Marcelino. Pero no.
El malabar viene ahora, y es que quien pone la voz al día 110 del calendario, 111 esta vez por el capricho de lo bisiesto, es Cifu, con voz cada vez más rasgada. Y en Cuenca tenemos otro Cifu, que canta peor pero que sube más alto, que seguramente apriete la mano más fuerte y que nos ha visto a todos desde arriba, porque hay pocos conquenses que hayan subido más alto. Pedro Cifuentes será reconocido como Hijo Predilecto de Castilla-La Mancha en el próximo acto institucional del Día de la Región, cuando acabe mayo preludiando a nuestra patrona, en una cita que será en Toledo. Nuestro Cifu salió de Cuenca pero ha llegado a los cinco continentes, se ha subido a las cumbres más emblemáticas, se ha colgado medallas al mérito deportivo y luce un Piolet d'Or, el Oscar del alpinismo, para que se entienda.
Cuando tiene los pies en el suelo, sirve como bombero en Madrid, profesión que le ha llevado a salvar vidas, ni él sabe cuántas. Sus manos quitaron chatarra de los trenes que explotaron el 11-M y ayudaron a los mayores que iban, poco a poco, apagándose en las residencias donde el Covid no hizo prisioneros. Vidas que también ha salvado en la montaña, dándole la espalda a un Fitz Roy al que ya miraba a los ojos, para alargar la respiración de un compañero cuando estaba en el tiempo de descuento. A costa de su dinero, de su tiempo, de su ilusión y de sus riñones. «Lo haría una y mil veces», dijo en su día.
Valores de «esfuerzo, tesón y solidaridad», Gobierno de Castilla-La Mancha dixit, que le sirven ahora para cosechar otra placa, quizá más modesta, pero simbólica por aquello de lo mucho que nos cuesta ensalzar a profetas que lo son más fuera que dentro de su tierra.