¿Sabe esa sensación de regresar a un rincón de la infancia y que no encaje el tamaño del recuerdo con el real? Una plaza que parecía el Coliseo y que ahora es un patio, una calle de kilómetros que se puede cruzar en cuatro pasos. Escenarios que, siendo distintos a cómo se echaron a dormir en la memoria, se empequeñecen cuando dejan de hibernar, y hasta golpean en la frente cuando tomas conciencia. Fue en junio del 98 cuando levanté el ancla de la Fuente del Oro para mudarme más allá de lo que en su día fueron Las Malvinas y aún así sigue siendo mi barrio, aunque ya no lo atraviese y mis visitas se limiten a brindar en La Barrica de Miguel.
El pasado fin de semana sonó verbena en la Plaza Reina Sofía, la excusa perfecta para cambiar la barra del brindis. Como cada mayo a la mitad, La Fuente del Oro celebró sus fiestas, y han cerrado con tanto éxito que merecían colarse en esta tribuna. Un éxito que no se entendería sin la mano artesana detrás de una Asociación de Vecinos rejuvenecida antes de ayer y que puede sentirse satisfecha por el trabajo realizado. Aunque don Antonio sigue llevando la batuta, la alineación ahora cuenta con Luis Daniel, Fernando, Carolina, María Esther, Mario y Arancha, un aire fresco casi sinfónico. Una orquesta que ha sabido cuadrar la colaboración de más de 40 empresas, ha ampliado un día la celebración, ha organizado una multitudinaria comida popular y ha hecho que 400 niños pasaran por las actividades infantiles que incluyeron por primera vez una representación teatral. Y la música hasta tarde sin que un vecino se quejara porque estaban todos en la plaza.
Una guinda al trabajo que llevan realizando desde que quisieron tomar partido por su barrio, y es que en su corto recorrido han sabido incluso conjugar la agenda institucional, citándose a todos los niveles con aquellos responsables de lavarle la cara a un barrio cuarentón al que se le saltan, por momentos, las costuras.
Hago aquí mías algunas de las palabras de la que fue pregonera, Silvia Lara, quizá la fuenteloreña más ilustre y desde luego quien más recorrido tiene en el barrio por ser, casi, la primera en habitarlo. Un pregón en el que repasó la historia de los locales que dieron vida a las seis calles del vecindario, se acordó de don Perpetuo, del kiosko de Rafa y de quienes fueran su competencia, 'Las Jefas'; de la mercería de Carmen... pero que sirvió también para reivindicar en presencia del alcalde, y hablar de la falta de autobuses o del mal estado de las escaleras que conectan San Damián y San Julián. «No se os ocurra bajarlas a no ser que queráis hacerlo rodando. Pero pronto las van a arreglar, ¿a que sí, Darío?», dijo ante el primer edil. «Isidoro, ¡dale caña para que lo arregle!», remató la pregonera.
Soy de barrio. De la 'Fontaine', que así la llamamos el puñado de 'fontaineros' que seguimos forjando una amistad que nació cuando los setos de la plaza no se levantaban un palmo y que se alarga ya 35 años. Que se puede ser patriota sin necesitar una bandera si se tiene una raíz compartida.