Se pierde en el origen del tiempo y ha sabido conservar la fragancia de los siglos. Es un lujo, otra época, un arcano perdido que se toca con la punta de los dedos. Entre blonda y bolillo, suave mañana de pueblo, andada, caminada lentamente, sin la prisa del segundero. Se pierde en la cal de las paredes la mirada infinita y resucita el añil vívido ante los ojos para recordar al niño que fuiste y lo feliz que fue, alejado de preocupaciones, cuando el tiempo sólo se dividía entre la calle y tu casa. Almagro es verano de pueblo, bicicleta que no descansa los pedales, paseo, tarde, noche, velada. Los padres y abuelos nos hablan entre las piedras de Almagro con las voces del recuerdo en sus casas. Unas casas señoriales, portentosas, heráldicas, que guardaron el calado y el friso de antiguo. Un pueblo que sabe conservar su arquitectura es un pueblo sabio. Y Almagro lo es. Con los Fúcares mirando tras los ventanales de la plaza donde aún relumbra su esplendor.
El teatro en Almagro es un lujo admirable, una ocasión única, la verdad de una vida que te alcanza y obsequia. Hay que venir a verlo y disfrutarlo, mecerse entre sus noches, cuando la luna se asoma y el verso declama. La oscuridad se vuelve clara entre el tambor de la amanecida y las piquetas de los gallos que van cavando la aurora, como cantaba Federico. Si alguien quiso vivir otras vidas, lo puede hacer en Almagro, a caballo del XVII y el XXI, con el único Corral de Comedias intacto que ha llegado a nuestro tiempo. Cuando los expertos lo descubrieron en los ochenta, no daban crédito y se frotaban los ojos. Hoy lo siguen haciendo y he visto cómicos de todo el orbe llorar por fuera y por dentro hasta caer derrotados al suelo. Es un albor que nos ha dejado la Historia para seguir sus huellas.
Irene Pardo es la directora de un festival que se supera cada año. Es lista, inteligente, sagaz y emprendedora. Tiene alma de líder y ha implicado a todo el pueblo en el evento. Lo ha hecho además sin que se note, sumando fuerzas y aunando voluntades. Podría volver loco al mismo Lope si la conociera. El equipo que está detrás es hercúleo. Trata, cuida y mima las cosas como si fueran suyas o las hicieran para ellos mismos.
La vida me ha dado la posibilidad de volver a Almagro igual que un niño pequeño. Soy chirro, porque mi padre y mi abuela eran de aquí, aunque salieron pronto a Ciudad Real. Recuerdo los encajes y sus manos con las gafas gordas de pasta, moviendo el bolillo sin parar mientras hablaba. Los alfileres y sus cabezas de colores sobre el almohadón eran como un mapa de Elcano antes de zarpar. Es el grito de la tierra, la llamada salvaje de la sangre, el temblor del llano y la cruz de Calatrava. Vistas desde chico, pero sólo entendidas de grande. Hasta las berenjenas saben de otra manera en el verano manchego. Si el mundo es un gran teatro, que sólo me busquen en la función de Almagro.