Humberto del Horno

Lo fácil y lo difícil

Humberto del Horno


De gigantes, eternos e inmortales

06/09/2024

Ejemplos hay en la historia de parejas, duplas, pares, dúos, matrimonios, bien avenidos. Fructíferas muestras de simbiosis de las que tomar ejemplo, socios que apuntalan su 'tú y yo nosotros' tan fuerte que trasciende los años. Uno de estos botones se alumbró esta semana en el MUPA, aunque llevaba lustros quitándose el polvo. Porque se dieron la mano la casualidad y la paciencia, sumando fuerzas. La casualidad quiso que unas obras para dibujar una línea de alta velocidad sacaran a la luz el yacimiento de Lo Hueco. Como el burro que tocó la flauta por casualidad, nuestro particular 'eureka' es, 17 años después, un filón más al que sacarle partido y apuntalar aquel lema de 'Cuenca es única', porque nos demuestra que ya lo fue hace millones de años.

Aunque los matrimonios se contraen, como las enfermedades, el desposorio entre la casualidad y la paciencia oficiado en Fuentes nos da ahora la oportunidad de empadronar, otra vez, a un conquense de los más grandes jamás conocidos. Primero fue Lohuecotitan Pandafilandi, curioso antepasado que quiso para bautizarse buscar amparo en otro gigante, quijotesco en este caso, y tomar prestado a Cervantes a Pandafilando de la Fosca Vista, aquél personaje al que don Quijote, por querer clavarle la espada, terminó por echar a perder varios cueros de vino. El primo pequeño de Lohuecotitan, 50 millones de años más joven, ha enseñado ahora su patita al mundo, y lo ha hecho adoptando tras el bautismo el nombre de Qunkasaura Pintiquiniestra.

Tiene también Cuenca en el DNI además de en el ADN, con nombre prealfonsino y una suma de apellidos que aúna quijote y pintura. Porque quienes le dieron a nuestro nuevo paisano el último brochazo antes de devolverle a la vida quisieron plasmar en la placa que lucirá en el museo, otra vez, un guiño cervantino en la piel de la giganta Pintiquiniestra, personaje verbalizado por el cura que ordenó quemar la biblioteca que volvió loco a Alonso Quijano en el capítulo del 'Donoso escrutinio'. Los padres putativos de la criatura han encontrado la fusión perfecta con Antonio Saura, colega de brocha de quienes de rodillas rescataron del olvido al bicho. No es forzada la simbiosis entre el artista y el escritor universal. El de Huesca, que en alguna ocasión llegó a bromear con el parecido etimológico de su apellido con la sauría, plasmó, 66 años ha, una veintena de litografías bajo el epígrafe de 'Pintiquiniestras'.

Años desenterrando historia hacen que la liturgia de bautizar un descubrimiento llegue a tener un punto de diversión. Gigantismo cervantino y conquensidad han sido las premisas en los dos descubrimientos de Lo Hueco por parte de un equipo que ha dejado otro titular esta semana. Y es que resta aún, en palabras del paleontólogo, «otro bicho en el horno» que terminará por hacer compañía en el MUPA a Lohuecotitan y Qankasaura. Habrá que buscar otro nombre para el tercer mosquetero; y habrá que encontrar otro genio que, como Saura y como Cervantes, quiera ensanchar su inmortalidad hasta el Cretácico Superior.