Porque no puede, no le viene bien o tiene mejores cosas que hacer, que también puede ser en todo un presidente del Gobierno. Pero en el fondo, coincido con Ignacio Varela, Pedro Sánchez no pisa la calle sencillamente porque no puede. Es un altercado de orden público en sí mismo. Mira que es una pena y no debiese ser así. Un hombre tan joven, tan guapo, tan apuesto, tan lleno de presencia y fragancia debiera ser eterna primavera, margarita sin deshojar, perfume de abril y mayo, otoño rojo de perennes hojas. Pero se le ha torcido el camino al chaval. Bien es cierto que ha echado alguna mentirijilla que otra, pero no por eso vamos a condenarlo a galeras, que el chico viene preparado y sabe inglés. Si no estuvo en Notre Dame fue porque el torpe de Urtasun estaba en el Circo del Sol. No como figurante sino en el público. La vida es así de triste. Sánchez rehusó la foto con Macron porque venía Trump y el Rey lo podría opacar, como siempre. Y tenemos al presidente más bonito, más guapo y más hermoso del lugar. Si fuera Virgen, iríamos por la calle todo el rato gritándole «guapa, guapa, guapa». La Extraordinaria de Sevilla no se hubiera podido celebrar sin él.
Pedro Sánchez es un chollo para todos los que tenemos que escribir de alguna cosa, allá para cuando. Nos anima a saltar de la cama, dejar el regazo y enfrentar el folio en blanco. Las metáforas se vuelven huéspedes y enfermamos por alcanzar la originalidad, cuando el original es él. Ahora va a celebrar los cincuenta años de Franco muerto. Las exequias eternas en el altar de la Moncloa. Españoles, Franco ha muerto y yo lo he resucitado. Pero sólo un rato y para que Tezanos pregunte por ello en el CIS. En el fondo, todo es ternura y corazón. Una maquinaria bien engrasada, que cuando se rompa, la echaremos de menos. Falta García Ortiz mirando quién se acuesta con quién y sacando los papeles del camión. Espero que en la Delegación del Gobierno hayan contado bien los candelabros por si se ha llevado alguno o les ha hecho una fotografía y luego la pasa a los medios. La realidad supera siempre a la ficción.
El presidente no pisa la calle porque le da pavor. Eso no está bonito, porque yo que soy poeta me encantaría cantarle algunas endechas o también poemas de amor y tálamo. «Pedro, Pedro, Pedro (como Rafaella)/ me casaría contigo/ te pondría un pisito/ como Aldama y Koldito». Aunque en este tipo de métricas, nada como Topolino y su orquesta… «Viviendo en mi casita de papel… Qué felices seremos los dos…» Pero Pedro no pisa la calle. Y eso no es. Habría que buscar la forma y manera para loar al presidente como merece. Es verdad que le pierde la boca y el bruxismo, pero eso a sus seguidores, nos da lo mismo. Pedro está en nuestro corazón y de ahí no lo sacarán jamás. Ni la prensa canalla ni los jueces fachorros. Pedro, el 27 se me hace poco. Hasta el 31 y más allá. Y sacamos a Largo Caballero en procesión.