El pasado fin de semana, las instalaciones de la Fundación Antonio Pérez, concretamente en su iglesia, acogieron a los cincuenta visitantes de la Fundación Tomás Moro. Curiosamente, este lugar, forma parte del maravilloso patrimonio arquitectónico que cuenta la ciudad de Cuenca y fue su iglesia la que pudo acogerles para la puesta en valor de varias de sus actividades programadas. Este lugar, había sido consagrado en el 1648, cuando las monjas de la congregación religiosa seguidora de las disciplinas de Santa Teresa de Jesús, consiguieron el dinero suficiente para su elevación, a pesar de que ya llevaban en la ciudad del cáliz y la estrella, varios años, concretamente desde 1603.
Sin duda, la figura de don Fernando Ruiz de Alarcón, dueño de aquellos solares que serían adquiridos para un convento carmelitano, estaría tremendamente agradecido al ver que 400 años después, aproximadamente, unos ilustres humanistas acogidos en una asociación de corte cultural y pedagógico, también ocuparían con sus actividades, este lugar tan especial.
El mecenas Antonio Pérez –presidente de la Fundación que lleva su nombre–, y sus hospedados Millares, Saura, Lucebert, Torner, Zóbel, Guerrero, Chillida y algunos otros, aunque no físicamente, pero sí en su espíritu artístico pudieron estar al lado de José Pardo de Santayana, presidente de la Fundación Tomás Moro, escuchando y atendiendo además, las conferencias del profesor don César Olivera, investigador del CSIC, y de don Ignacio Osborne, así como las interpretaciones musicales de Julia Mora García y Esther Sestelo Longueira, catedrática de piano, en unas exitosas jornadas culturales bajo el título de Humanismo y Belleza en la ciudad de Cuenca.
Por último, la amabilidad del economista Marco de Quinto –propietario de un inmueble en la Calle de Ronda–, permitió compartir una agradable visita y confraternización con el colectivo llegado a nuestra ciudad. Todo un lujo, señores.