Tarde de domingo, yo como conquense, me disponía feliz a ver a la Balompédica en La Fuensanta, en cuya grada tuve la oportunidad de compartir impresiones con un lector que me ofreció una apunte sobre las líneas con las que lleno este hueco cada viernes, un punto de vista que me hizo reflexionar. «Te cuesta ir al grano». Cogeré el guante, si no se acostumbran. Hablemos de Sumitomo. De Japón a Cuenca y de Cuenca a Japón, donde la empresa así bautizada que a punto está de desposarse con nuestra ciudad vio su particular sol naciente, hay algo más de 10.000 kilómetros en línea recta, distancia que se estrechará el próximo miércoles, día elegido por la entidad para quitarse el primero de sus precintos con el ceremonioso corte de cinta rodeado de autoridades.
Será ese día, víspera de Todos los Santos, cuando la empresa arrojará luz durante tres horas en la sede de lo que ya será su primera factoría en el país para, y es textual, «dar a conocer todos los detalles del impacto socioeconómico que va a tener en Cuenca su primera planta de producción ubicada en España». Será ese el día, además, en el que el nombre de una pequeña tienda de electrónica del Paseo San Antonio, esa de donde salieron todos los relojes Casio que rompí o perdí de niño, cobre sentido. Porque El Pequeño Japón tendrá en Cuenca, décadas después, un Japón más grande. Qué mejor ciudad que Cuenca, donde vamos en coche a por el pan y colapsamos las rotondas de todas las puertas de todos los colegios a la entrada y a la salida de todas las jornadas lectivas, para fabricar cableado para vehículos eléctricos. Algo así debió pensar Sumitomo para elegirnos como epicentro de su nueva factoría.
Quizá usted piense que sabe poco japonés pero se ha cruzado con una Kawasaki alguna vez, ha jugado al Street Fighter eligiendo a Ryu como paladín o ha puesto el Fujitsu en verano, cuando el calor. O a visto a la Princesa Mononoke. Quién no ha cantado en un karaoke o se ha subido a un Mitsubishi. Dígame que no escribe con emojis, que no come pollo teriyaki, que no ha podado un bonsai, que no le echa wasabi al sashimi. Como anfitriones nos toca, de momento y sin dejar de lado el beneficio de la duda, desempolvar la alfombra roja y dar la bienvenida a una marca que promete cientos de empleos y que desdibujará por primera vez en la historia el podio de las tres empresas que más contratan en esta ciudad, Ayuntamiento, Diputación y hospital.
El tiempo y las intenciones servirán para calibrar el éxito o el fracaso del que casi depende la autoestima de una ciudad. Si geisha o ninja, si zen o tsumani, está por ver. Buena suerte, en todo caso. O Kouun wo inori masu, que tampoco suena mal. Coloque un zarajo en un plato, cuque el ojo y póngalo abstracto como heredero de Zóbel que es, y dígame ahora que la estampa no pareciera un manojo de cables cogidos por dos palillos, ni que fuera sushi. Qué idea de logo ha perdido Sumitomo para su fábrica en Cuenca.