La verdad es que me empecino diariamente en hacer que prevalezcan las buenas noticias sobre las malas. Pero ocurre que en esta sociedad cambiante a un ritmo vertiginoso (fíjense que ayer es sin h y hoy ya la lleva) corre más una mala noticia que una buena. Hay países que en épocas navideñas incluso van más allá y obligan a los medios a dedicar un día a contar exclusivamente buenas noticias. Quizá sea porque lo malo nos obliga a reflexionar, a adoptar medidas para cambiar lo que no funciona o incluso a ejercer la tarea del 'despelleje' social. ¿Influirá también que ya no sabemos a ciencia cierta qué es lo correcto y lo incorrecto? Influirá. Quiero dejar de lado esta situación y dedicar mi columna semanal a comentar con ustedes aquellas noticias que, a mi juicio, son buenas para todos.
En redes sociales, de un tiempo a esta parte, comprobamos la batalla que ha entablado el Ayuntamiento con aquellos pseudoartistas de spray y color que se otorgan el derecho de afear fachadas y rincones con su firma, en algunos casos en alturas inusitadas. Uno piensa, pero ¿cómo han podido llegar hasta allí sin que nadie lo oyera o lo viera? En fin, cosas de Cuenca. Es una buena noticia, desde luego, cada vez que se recupera una pared, una puerta o un rincón… y, sobre todo, cada vez que alguno de estos aprendices de artistas urbanos paga económicamente las consecuencias de sus actos. Ea, ya sabemos que la mejor manera, quizá la única, de hacernos cambiar de opinión es tocándonos el bolsillo. Sigamos así.
Leo también la magnífica noticia de que –posiblemente cuando usted haga lo propio con estas líneas– se habrá dado por concluido el tema de la música municipal (años hace que desapareció la banda municipal, claro). Apremiados por la cercanía de los próximos desfiles, unos y otros se han (o nos) hemos puesto las pilas para cerrar esta situación que al común de los ciudadanos sorprendió por la forma en que nació, por la manera en que se ha desarrollado, por los damnificados por la solución y por la intención de acelerar el proceso final. Que digo yo que, si la adjudicación de la banda ha podido hacerse de una forma exprés, cumpliendo con todo el proceso, se podría tratar igual muchísimos otros temas que urgen, ¿no? Sigamos así, también.
Y me alegra sobre todo la reincorporación de Isidoro Gómez Cavero al Ayuntamiento al que, voluntariamente y por un afán de mejora ciudadana, decidió presentar su candidatura refrendada por buena parte de los electores. No es el objeto de esta columna la glosa sobre el político o la loa sobre el presidente. Más bien, es la alegría por el recuperado para la causa, venciendo los malos momentos para tirar p'delante. Lo más sencillo, quizá lo más lógico, en su situación hubiese sido dar un paso al lado, pero Isidoro no; Isidoro pertenece a ese grupo de rara avis que aún creemos en el compromiso con la ciudad. Sigamos, Isidoro.