Cuenca tiene mucho que decir, a pesar de que cada rincón de su Casco Histórico es una historia viva por pasado y por presente, y tiene mucho que decir porque los encuentros y desencuentros deben potenciar todavía más ese Patrimonio que provoca enaltecimiento a los que tienen la suerte de visitar su entramado urbano.
Tal vez, las empresas de guías turísticos no tienen en su programación de visitas, como camino obligado, esa Ronda del Júcar, esa misma que parte del arco de la plaza del Trabuco, dejando atrás la octogonal iglesia de San Pedro, para dirigir sus pasos por un camino que ofrece una maravillosa estampa hacia las dolomías del serpentear del Júcar o de los cerros de la Majestad y de Enmedio.
Y lo digo porque, entre amigos, a mí me gusta ese camino cuando oteas el horizonte hacia la ermita de San Julián el Tranquilo, hacia el paraje de la Playa artificial y ahondas entre balconajes de esos rascacielos de la trasera de la plazuela de San Pedro, antaño puerta del Mercado, del palacio de los César, fachada de la Epifanía, Colegio Jesuita o Angélicas, al tran tran de ese redoble que serpentea para salir en la esquina de la Casa palaciega de los Zavala y antes Cerdán de Landa, popular por su reencuentro con el arte y porque aquí, entre la plaza de San Nicolás y la calle Pilares, anduvieron el librero Reimón, el poeta García Lorca después, y en tiempos modernos los Millares, Bonifacio y Zobel cuando en Las Tortugas desentrañaban entuertos abstractos.
Y cuando hemos contado todo este caminar, nos hemos dejado lo que yo quería resaltar en esta columna: el Mirador, que más por Rincón se tiene, del escritor Camilo José Cela, el que placa alude de cómo estuvo en Cuenca muchas veces, alimento su alma con pasión y poética del paisaje, y dejó fluir su corazón en cuerpo grande para sentir que Cuenca tiene mucho de Arte, mucho de paisanaje y poco de futuro de empresa, aunque eso sí, ya queda menos para soñar despierto, porque en el sueño dormido, se va la vida y sigue el empeño.
Por eso, quería resaltar un Rincón patrimonial más de los muchos que Cuenca tiene. Un lugar que ofrece palabra, escrita o recitada, cantada o reflexionada, pero literatura a fin de cuentas, en estos tiempos convulsos en los que la Palabras es mucho más que decisiva.