Fernando Zóbel de Ayala y Montojo, nacido en Manila el 27 de agosto de 1924, ha cumplido en este 2024 cien años de su nacimiento. Su excepcional carisma, su genialidad creativa y su generosidad permitieron que nuestra ciudad, Cuenca, tuviera un antes y un después en su progreso como ciudad y en su trayectoria artística gracias a la apertura del Museo de Arte Abstracto, el que bien llamaron el «el pequeño museo más bello del mundo» en aquel año de 1966. Desde aquellas primeras obras suyas, llamadas Saetas (1957-59), caligrafías sobre fondo de color, a la Serie Negra coincidiendo ya con el Grupo el Paso, adoptando ese grafismo negro sobre fondo blanco, su obra consiguió con los años una acertada progresión en la depuración de las formas que se concretaría en la Serie Blanca de 1975, trabajando solo con el blanco y una escala de grises que le ha dado la personalidad explosiva de su gran obra.
En este 2024, cien años se cumplen desde su nacimiento, y la Fundación Juan March, gerente del Museo de Arte Abstracto, nos ofreció una serie de actos de alto valor cultural, que partiendo desde las instalaciones del museo en esas icónicas Casas Colgadas de la ciudad, llegó al Refectorio del antiguo convento dominico de San Pablo, actualmente Parador Nacional de alto reconocimiento, concitando a numeroso público que llenó el espacio para escuchar de la misma voz de sus gerentes (Javier Gomá, director de la Fundación y Manuel Fontán, director del Museo de Arte Abstracto) los valores que atesora esta institución, la trayectoria de un museo que ha crecido en actividad y visitas, así como la figura clave de Zóbel en ese centenario aludido.
La pieza musical La Vista XXVI, interpretada por Julián Elvira y Julián Ávila, flaudamio y electrónica, inspirado en la obra de Zóbel realizada en 1974, cerró un feliz día cultural y onomástico, en el que no faltaría el saludo de nuestro alcalde Darío Dolz. Qué mejor marco, que este edificio patrimonial y monumental, entre cuyas paredes cantaban los dominicos en el siglo XVI y que ahora ha escuchado esa musicalidad de inspiración abstracta entre paredes clásicas donde la historia definió el legado de Zóbel.