Desde este pasado lunes, con el pregón inaugural del escritor Eslava Galán se iniciaba la Feria del Libro de Cuenca, evento que vuelve a retomar su tradicional programación después de estos dos años de infructuosa pandemia.
Y como sucedía en las ediciones anteriores al 2020, la Plaza de España será el centro neurálgico donde el libro con mayúsculas revivirá la estampa de aquella Feria que engalanaba el parque de San Julián en aquellos recordados años de mediados del siglo pasado.
Libreros, lectores, autores, editoriales, escolares, universitarios, músicos, bufones, contadores de cuentos y colectivos implicados en este tema e instituciones encargadas de su financiación y coordinación, se cruzan entre las casetas, los escenarios musicales, salones de actos de diferentes espacios culturales o rincones feriales, para hacer del libro el protagonista especial de una semana intensa. Del 2 al 8 de este mes de mayo, mes de las flores, tiene lugar este extraordinario encuentro entre el pasado y el presente, el futuro y la diversidad, la ilusión y el encanto, la búsqueda del alma o el ideario de la historia narrada o vivida.
Y lo hace en este espacio urbano que acaba de recibir la noticia, por fin, de su remodelación como edificio del Mercado de abastos, que cambiará su imagen para modernizar su estampa, sin dejar de recordar lo que siempre supuso como Plaza del Mercado o Plaza de los Carros.
Recuerdo –en palabras del escritor Raúl Torres- cuando nos decía: «Los hortelanos de las huertas y hocinos del Huécar llegaban, día tras día, con sus productos, buenísimos y frescos, listos para que fueran consumidos, una vez comprados. Las mujeres, como verdaderas amas de casa llegaban, al igual que los cocineros de aquellos mesones y bares para ofrecer lo mejor a sus consumidores. Pero todo lo que allí concurría era siempre digno de alabanza, porque entre tanta muchedumbre, se hablaba de Cuenca, se cruzaban miradas y también proyectos. Era un verdadero punto de encuentro. Aquí, venían también las bonacheras, desde Buenache de la Sierra, a vender leña, venían los cuchareros del boj desde Cañizares para vender los útiles de cocina, venían los mercaderes de Almodóvar y los de la Parrilla con sus mantas».
Ahora, el libro será «el santo y seña» de este entorno urbano de la ciudad, en el centro del núcleo comercial y administrativo. Páginas y páginas que remozarán símbolos de antaño, provincialismo sentido y sentimiento quebrado, pero que en estas fechas de mayo, han abierto su encanto a las historias de autores como Carmen Mola, Manuel Vilas, Gonzalo Giner, Carlos del Amor, María Oruña, Eloy Moreno o Paloma Sánchez-Guernica, sin olvidar a nuestros autores locales marcados por la ilusión y el oficio.