Durante el invierno parece estar dormida la Fuente que nos recuerda la hazaña que la historia nos dejó escrita: «Adefonsus VIII, conchensis civitatis expugnator», y el agua corre cuando el recuerdo llega. Pero, los hielos que el invierno trae fortalecen los episodios que han forjado el carácter del conquense y en esa sencilla fuente de traza herreriano con relieve, pronto descansarán los nazarenos en esa primavera que llega porque es punto de inflexión de esa Cuenca pasional, cuando la Semana Santa desfile por nuestras calles.
Y es que aquí, en este rincón de la Cuenca histórica, hubo Casa de los Hidalgos, palacio del Infantado y en estos últimos tiempos, Audiencia Provincial, todo en uno; pero también, la parroquia de Santo Domingo mantiene en su recuerdo una simple torre como vestigio del tiempo converso, sin olvidar que en la misma acera de la puerta de San Juan estuviera aquella Cárcel de la Penitencia y luego oficinas del SIM.
Rincón que tiene parque que llaman del Escardillo, curva semansantera por excelencia, edificios emblemáticos donde la historia dejó huella, calle en descenso que San Juan renombra y que te lleva a la escultura de Turbas y, por si fuera poco, aquí tuvieron estudio el pintor Oscar Pinar y la ventrílocua Mari Carmen con sus muñecos.
Nos lo dice Chema Rodríguez, ese investigador incansable, y relata cómo Cuenca se llenó de fuentes en el siglo XVIII, tales como la de la Trinidad que aún sigue realzando su elegancia en traza y otras que desaparecerían como la de la plaza mayor, la del Salvador, la de Carretería cerca de la glorieta de San Agustín o la del cuartel de Milicias que se quitaría en 1861; y nos han quedado –cambiada su ubicación y estructura original– algunas otras, entre las que quiero destacar en esta crónica: la del Escardillo que se cifra en un 1942. Se dice en algún papel viejo:
«La del Escardillo hasta 1840 en que fue sustituida por el lavabo de los frailes carmelitas y posteriormente emplazados en el jardinillo donde se encuentra actualmente».