En tiempos medievales, el Campo de San Francisco ocupaba un amplio espacio de terreno, poco cultivable, pero servible para mantener algunas otras necesidades de la ciudad histórica, la misma que amurallada cerraba puertas en la llamada Puerta de Valencia y en los postigos de San Miguel y el Pósito, por esta parte del Huécar.
En este amplio espacio extramuros, los Franciscanos conventuales, llamados también Observantes llegaron a construir un convento en 1313, en este lugar espacioso donde empezaron a celebrarse justas y mucho más tarde, ejecuciones inquisitoriales. De ahí el nombre de Campo de San Francisco.
Al lado de esta construcción, de la que no ha quedado resto alguno, estaban el cerrito de San Roque y el Cerro Molina, y ampliando espacio nos llevaría hacia los caminos de La Mancha, por Casablanca hacia abajo y por San Fernando, como entrada, desde Valencia, hacia arriba.
Sin duda, los tiempos de la ermita de la Vera Cruz, luego las procesiones de la Sangre, donde conversos desfilaban desde la ermita de San Roque a la plaza de Mangana (barrio del Alcázar), e incluso los altercados entre carlistas e isabelinos, en esta amplia y extensa zona del Campo de San Francisco, han quedado atrás como parte de la historia, y ahora, han dado lugar en el siglo XX a la nueva iglesia de San Esteban, el monolito a los Caídos de la guerra de África y la llamada Plaza de la Infanta Paz –ahora de la Hispanidad–, la calle José Cobo y sus edificios, la Casa Caballer y, sin duda, el palacio de la Diputación Provincial edificado en la glorieta que aquí ocupaba lugar.
Pero es la llamada Sanfran adonde quería llegar. Porque esta calle que fuese conexión circular entre el Cerro Molina, Santa Teresa y Pozo de las Nieves con la Carretería y sus intersecciones, es ahora lugar de ocio, ambiente hostelero y encuentro de amigos. Aquí, varios establecimientos han instalado su negocio provocando un trasiego entre jóvenes y menos jóvenes, para alternar con amistad, encuentro social y reuniones de empresa, haciendo que sus terrazas se llenen de bullicio, alegría y diversión. Ahora, la tortilla de patatas y el jamón alternan con las especialidades gastronómicas de nuestra tierra, entre un buen caldo de la Ribera del Júcar o de la zona de Uclés. Jamón que Rafa Cebrián sabe aderezar y portar con sus amigos para un buen momento de reunión de trabajo.