Humberto del Horno

Lo fácil y lo difícil

Humberto del Horno


El señor Ángel o el amo(r) de llaves

21/06/2024

El señor Ángel era el conserje de mi colegio, y por si acaso no les hubiera informado antes por esta misma vía, se trata del colegio de la Fuente del Oro. Como mi generación escolar era de mucho imaginar, acordamos entre todos llamarle 'El conserje'. Le recuerdo grande, bigotudo, con una voz aguda que no le correspondía al cuerpo, vistiendo mono azul de Super Mario y con un manojo de llaves de centelleo y tintineo a partes iguales y tiempo parcial, de entre las que siempre acertaba a la primera con la que servía para abrir la puerta que tocaba, cuando tocaba abrirla.

Era conserje pero era cancerbero, y también médico, policía en ejercicio o psicólogo ya de paso. Él no lo sabía. Lo mismo echaba serrín en el suelo si vomitabas que te llevaba al consultorio médico de Los Pinillos si tosías más de la cuenta. Igual te hacía una fotocopia que te apartaba en un pasillo para abroncarte a 'sotto voce' por ser un cabronazo, maniobra tan mágica como empática que servía a la vez para salvarte del despacho del director. Recuerdo, sobre todo, ese manojo de llaves. Se sabía que venía antes de que empezara a venir porque cuando emprendía la marcha ya sonaban y brillaban todas ellas, chocando los dientes en compás de dos por tres. Cuando había pelea en el patio llegaba el primero, y bastaba su presencia para el alto el fuego. No digo que todo lo solucionara, pero sí que todas las soluciones pasaban por él, al menos las que se quedaban en mal menor.

Qué pasaría si entre todas el señor Ángel tuviera en su racimo la llave de gobierno de esta Cuenca que nos acoge. Qué puerta abriría, qué ventana cerraría si fuera el concejal que decantara la gobernabilidad. Por qué lo haría y por qué no lo haría. Porque su programa electoral era pragmático: hacer que todo lo que podía funcionar, funcionara. Y funcionaba.

Ay, las llaves de gobierno. Defectuosas si dudan, oportunas si ejecutan, y siempre de puntillas sobre la invisible frontera entre lo contingente y lo necesario. Te condicionan una tiranía como te facilitan una democracia. A la ganzúa de Los Arcos le ha rondado esta semana otro llavero, pero es sabida la costumbre de cualquier llave a resistirse a un cambio de arandela. O te arranca las uñas o te agota la paciencia.

Una llave que, en todo caso, centelleará sola y sin tintinear en el bolsillo de Gómez Cavero a partir de ahora, porque su compañera de viaje está a punto de cerrar la página más lustrosa del balonmano de la ciudad trece años después de abrir ese portón, el que dio acceso a la fábrica de los sueños más bonitos que han dado calambre a la grada de El Sargal.

Qué semana tan rara para ser llave de gobierno en Cuenca, que lo mismo te pretenden que te dejan sola. Qué semana tan difícil para ser amo de llaves.

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