La verdad es que no ganamos para sustos en el centro de la ciudad. Cada cierto tiempo se abre el suelo bajo nuestros pies en forma de hueco. Ahora le ha tocado el turno a la calle Mateo Miguel Ayllón. El caso es que por una cosa o por otra vivir en lo que podríamos denominar el centro de la capital es un ejercicio férreo de voluntad porque entre obras, agujeros y desidias tienes que tener muy, muy claro que tu quieres vivir en esta zona. En fin, con el deseo de que sea solo otra caries urbana pasajera, adentrémonos en el mundo de las noticias más agradables que para eso estamos en verano y el cuerpo nos pide dejar las preocupaciones para más adelante. En los últimos días dos proyectos me han llamado especialmente la atención. Uno, a punto de terminar y otro próximo a ejecutarse.
El Consorcio Ciudad de Cuenca pilotó el proyecto de acondicionamiento, mejora e iluminación de los senderos en el entorno del Casco Antiguo esperando la instalación de las últimas balizas para disfrutar de una vista nocturna diferente de la ciudad y así concluir este proyecto. Ojalá podamos disfrutar mucho tiempo de esos caminos iluminados convenientemente. Y, por otro lado, la Junta Local de Gobierno del Ayuntamiento daba el visto bueno al proyecto técnico para la sustitución y renovación de la iluminación ornamental del Puente de San Antón. Proyecto que va de la mano de la Fundación Iberdrola España. Sin duda, son dos buenas noticias turísticamente y transmitiendo la sensación de una ciudad cuidada.
Pero como en todas las cosas, nos queda un pelín para que quedasen redondos. Me refiero a la presencia en los alrededores de estos proyectos de dos obras que tendrían que beneficiarse de estos trabajos. En la Hoz del Huécar nos encontramos con, quizá, la mejor obra civil de nuestro querido y nombrado hasta la saciedad D. Luis Marco Pérez. Desde hace años parece que el Pastor de las Huesas del Vasallo ha encontrado su ubicación definitiva a los pies de las emblemáticas Casas Colgadas. Realizada en 1930, D. Luis obtuvo la medalla de oro del Círculo de Bellas Artes en el mismo año por esta obra. En la Hoz del Júcar, en la confluencia de los ríos que circundan la capital, nos encontramos con el monumento al Ganchero que hiciese Javier Barrios allá en 1990 y que también ha encontrado aquí su ubicación definitiva. Ambas esculturas muestran su belleza exclusivamente durante el día, cuando las sombras desplazan a la luz solar, el pastor y el ganchero desaparecen casi por arte de magia.
¿No cabría, con los dos proyectos anteriormente expuestos, haber realizado un esfuerzo por iluminar de una manera ornamental ambas obras? De esa manera se convertirían en un recurso turístico a tiempo completo así como en un referente icónico de la cultura visual conquense. Aunque, pensándolo bien, quizá lo que debería plantearse es un proyecto global de iluminación artística de aquellas obras de arte que prácticamente desaparecen cuando cae el sol.