José Luis Pinós

Cal y arena

José Luis Pinós


El deporte hace sonreír a un país llamado España

16/07/2024

España durmió feliz el pasado domingo. Había sido un día glorioso en el ámbito deportivo que empezó con el triunfo de Carlitos Alcaraz ante Djokovic, lo que le ha permitido conquistar su segundo Wimbledon, y terminó con la conquista de la Copa de Europa por parte de la Selección Española de Fútbol, su cuarto entorchado, doce años después del tercero. Del cómo ocurrieron estos dos acontecimientos deportivos se ha escrito y hablado mucho desde que ambos finalizaron, por lo tanto, no es mi intención el insistir en el tema deportivo, pero sí queremos resaltar el impacto que este domingo triunfal produjo en la sociedad.

Es evidente que cuando decimos toda España, no es toda España, aunque en esta ocasión sí que se acercó mucho a ello. Buena prueba de ello fueron la cantidad de pantallas gigantes que instalaron los ayuntamientos, algunos a regañadientes, y la asistencia del público a las mismas. Sin ir más lejos, la pantalla instalada por el Ayuntamiento de Cuenca en el parque de Santa Ana, coloquialmente conocido como El Vivero, que se vio abarrotado por una afición que disfrutó con ese gol agónico de Oyarzabal que daba la Eurocopa a España. Después, como en tantas y tantas ciudades de nuestra querida España, la afición siguió celebrando el triunfo por las calles, también con algunos baños en fuentes, como la situada en la Plaza de España en pleno centro de Cuenca.

Como es habitual, cuando juega España, mientras en buena parte de la península todo el mundo estuvo pegado al televisor, en Cataluña y País Vasco, bajó la audiencia, pero aún así fue muy superior a todo lo visto en ocasiones anteriores. De la misma manera, no hay que olvidar a los aficionados del resto del mundo, sobre todo hispanoparlantes, que celebraron el éxito del combinado español. El triunfo español puso la sonrisa en muchas partes del mundo y eso hay que resaltarlo.

La Selección Española inició la Eurocopa en un quinto escalón de favoritos, pero conforme avanzó la competición fue adquiriendo protagonismo por culpa de su buen fútbol, llegando a la final con la vitola de favorito y cumplió. Conforme pasaban las jornadas, los balcones y establecimientos hosteleros ondeaban la bandera de España. En otra situación, sin Eurocopa que lo justificara, les habrían tachado de nazis. Así somos en este país donde la bandera, para unos es un trapo que no les representa y, para otros, es de nazis. El fútbol les unió a todos. Buenos a todos, no. Luego aparecen políticos como Otegi, coordinador de HB Bildu, que dice no alegrarse del triunfo de España porque «no es mi selección, no es mi himno», a pesar de que un vasco, Oyarzabal, marcara el gol del triunfo. O la eurodiputada Irene Montero que mezcla el racismo con el hecho de que jueguen Nico Williams y Lamine Yamal. En fin, lo que importa es que empezamos la semana con una sonrisa por culpa del deporte y de nuestra Selección.