La verdad es que la ciudad de Cuenca tiene muchos rincones o espacios urbanos que concitan admiración, destacando por sus típicas construcciones, sus singulares espacios, sus recuerdos históricos o sus encantos patrimoniales. Uno de ellos, es el barrio de San Miguel, el que construido alrededor de su parroquia en la primera mitad del siglo XIII, formó una primitiva collación donde se ubicarían familias cristianas dedicadas a la horticultura con familias mudéjares que allí quisieron seguir viviendo. Entre sus recovecos, casas colgadas al río Júcar, formando rascacielos típicos y originales, comparten espacio con apartamentos reformados, casas bajas ajardinadas, algún solar sin construir y lugares de ocio. Estos últimos, conforman un entramado de bares, pubs, terrazas, restaurantes y cafeterías, de recio abolengo, reconocido prestigio y de fuerte tradición hostelera.
Entre multitud de escalones que suben y bajan, reafirmando su primitivo origen constructivo, volcados hacia una hoz que está decorada con piedra caliza, montes pelados y choperas al lado de la ribera de un río que definió Cuenca para la historia, se ubica esta iglesia de San Miguel, románica en origen, renacentista en su reforma y barroca en su definición. Desde Pedro de Yrizar, pasando por Jamete (cúpula ovalada y decoración flora), Aldehuela (pilastras con capiteles corintios) y Chueca Goitia con su nueva restauración y adecuación del propio barrio y alrededores, este edificio ha sido y sigue siendo un icono de nuestra cultura (conciertos de música) y de nuestra Semana Santa (pregones) durante mucho tiempo. Monumento arquitectónico de propiedad municipal desde mayo de 1959 siendo concejal D. Gregorio de la Llana y declarado BIC en el 2001 es, ahora, sede de actividades como el espectáculo de Luz Cuenca que da luz y color al interior de la iglesia, una vez que ha sido rehabilitada con la subvención del Consorcio Ciudad de Cuenca. Música y luz; color y ambiente; cultura e historia, resumen un motivado proyecto que está siendo muy visitando y aplaudido.
Por tanto, Cuenca vuelve a ofrecernos un nuevo recorrido patrimonial, volviendo a pisar rincones que ya vimos, pero que seguimos disfrutando por su encanto histórico, por su tradición popular, por su romanticismo en ocio y por proyectos novedosos que hacen que vuelva a brillar como ciudad ante el mundo y ante los numerosos visitantes que llegan para ejercer ese turismo de encanto.