Beatriz Domínguez

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Beatriz Domínguez


El poder de la palabra

13/01/2025

Si le dices a un niño que un ratón vendrá a por su diente: te cree. Si le dices que Papá Noel llegará en Navidad y que le traerá un regalo si se porta bien, te cree. Si le cuentas que hay un tesoro al final del arcoíris, también te cree. Pero si le dices que es tonto, que no sabe hacer nada, te creerá igual. Dile que es valiente, fuerte e inteligente, y también te creerá. 

Las palabras que dirigimos a nuestros hijos tienen un impacto profundo en su desarrollo cerebral. Palabras de apoyo y aliento activan áreas del cerebro responsables de la motivación, la autoestima y la autoconfianza. Por el contrario, palabras duras o despectivas pueden sembrar inseguridades, generar estrés y provocar sentimientos de insuficiencia que, en muchos casos, persisten incluso en la edad adulta.

Así como los niños esperan con ilusión los regalos de los Reyes Magos, también esperan –aunque a veces no lo sepan– el regalo más valioso que podemos ofrecerles: nuestras palabras de aliento. Cada vez que decimos «confío en ti», «eres increíble» o «estoy orgulloso de ti», estamos entregándoles un regalo que no se encuentra bajo el árbol de Navidad, pero que permanecerá con ellos toda la vida.

Desde la neurociencia sabemos que el apego seguro se construye día a día, en cada interacción, desde cómo los miramos, los escuchamos y, sobre todo, cómo les hablamos. Tus palabras son un espejo en el que tus hijos se miran. Sé consciente de lo que dices, porque ellos lo creerán, y esas palabras los acompañarán para siempre. Pero, ¿acaso no nos ocurre lo mismo a los adultos?