Andaban los pobres científicos liados, desde hace demasiado tiempo, con lo de la evolución humana. El pobre Darwin se murió especulando sobre ese eslabón extraviado que le impedía establecer claramente el recorrido completo del ser humano desde sus orígenes. Seguro que se fue al otro barrio con más dudas que certezas, como es propio del eterno estudiante. Pobre incrédulo. ¡Mira que dudar sobre el escalón evolutivo en pugna! Otro gallo hubiese cantado a su vera de haber nacido siglo y medio después.
Todas las especies, hasta las más complejas, evolucionan. Así, cuando hace lustros llegaron a nuestras vidas los teléfonos móviles, una nueva, la del «tonto del móvil», floreció y enraizó en la sociedad con un aplomo hasta entonces insospechado. Los primeros especímenes de esta ralea se contentaban con exhibirlos allá donde estuviesen, dando pronto un paso más al alentar por norma que les sonasen en cualquier lugar o situación. ¡Menudo nivelazo les daba a estos super cualificados vivir esos momentos sublimes! Después, con el guasapeo, emergió otra subespecie. La nueva horda leía, escribía, encendía constantemente el móvil en cualquier lugar, sintiendo una especial predilección por mostrar sus niveles de educación y respeto en teatros, auditorios, iglesias o comidas familiares. Y si se estaba a oscuras, mejor. Así podían encender la pantalla y que la viesen los demás, lo que les daba un simpar gustirrinín.
Hoy mismo he descubierto el fruto de una nueva mutación que, al igual que los precedentes, coexistirá con estos. ¡Incluso en los mismos cuerpos humanos! Esta tarde, en el cine, tres jóvenes han llegado tarde, han entrado con la luz del móvil, iluminando mucho más que la pantalla del cine, y han estado con ella dada casi 15 minutos. Mientras, han sacado bocadillos, refrescos, palomitas, patatas. Creo que no se han enterado de la película; menos todavía los que estaban cerca de ellos. Pero ¡y lo contentos que estaban estos fieras!
Algunos malvados dicen, a la vista de los comportamientos de congéneres como estos, que el ser humano está involucionando. Para nada. Lo cierto es que el eslabón descarriado estuvo oculto para que no aprendiese de él la humanidad en su conjunto y no quitásemos, a los seres superiores que lo viven en primera persona, protagonismo y relevancia intelectual. Pero ya no aguantaban más y han decidido por fin salir a la luz. Lux perpetua luceat eis.