En estos fines de semana algo más especiales de lo normal, en el que una de las celebraciones más importantes del calendario ha querido 'caer' en sábado, hay tiempo entre comida familiar, salida nocturna, tarde de cine y esta Carta del director para reflexionar y mucho. El sábado fue un día muy intenso. Mucho. Tras los fastos de la Benemérita, trasladados a La Hípica por voluntad del cielo, comimos en el Casco Antiguo, en uno de esos pilares sobre los que se debe sustentar el futuro de la gastronomía conquense. Miguel Escutia comanda con acierto el timón de una nave llamada Raff en la que cada visita es como un peregrinaje a tierra santa. Es sumergirse en esas profundidades pétreas y levitar a través del paladar a cotas celestiales. Lo conocerán, estoy seguro, pero si no, se lo recomiendo encarecidamente. Más allá de este apunte culinario, la reflexión de ese 'viaje' al Casco es que, uno, la familia es lo más importante que puede haber; y dos, esta ciudad ha llegado a unos niveles notables como destino turístico de interior. Hay que seguir trabajando, está claro, pero la zona más patrimonial de Cuenca 'hierve' cada fin de semana. Y ya da igual que el Pilar no venga con un puente bajo el brazo y que encima sea un día lluvioso y desapacible.
El sábado dio para mucho. Por la noche, fuimos al cine. Otra recomendación si todavía no la han visto: vayan a ver La infiltrada. Una muy buena justificación en la que emplear 118 minutos de su tiempo. Siempre me ha gustado ir al cine. Las películas 'saben' de otra manera –como la comida de Escutia–, y eso no hay plataforma bajo demanda que inventen que lo pueda sustituir. En cuanto a la película, que me desvío del sendero, simplemente decir que es muy pertinente para el momento que estamos viviendo en clave política. Nunca viene de más recordar para aquellos que ahora juegan con las víctimas de ETA –en un lado y en otro, ojo, repito, en un lado y en otro– esa parte de la historia reciente de España que a todos nos llena de dolor. A todos... eso quiero pensar al menos.
Para colmar de dichas un finde (palabrejo que ya permite la RAE para mi dolor) intenso, la noticia más positiva de todas es que un buen amigo se recupera de una operación muy delicada. Todo lo bien que podía haber salido, salió, y eso es motivo de alegría. Sabía que Isidoro no me iba a fallar (relean la Carta del director de hace una semana). Nunca lo olviden, queridos lectores: a la gente buena le pasan cosas buenas... Y hasta aquí, mi reflexión personal. Hasta la semana que viene.