Humberto del Horno

Lo fácil y lo difícil

Humberto del Horno


Derrota en verso

09/02/2024

Hay poesía en la derrota, aunque te deje cara de tonto. No importa si la lloras al día siguiente cogiendo tu Peugeot para irte a recorrer España. Da igual si te lamentas limpiándote la sangre de la nariz que te acaba de romper un italiano. Qué más da que te hayan eliminado en cuartos de final de un Mundial por un robo arbitral, poco pasa si Susana Díaz te ha ganado las primarias del PSOE. Perder o ganar, ganar o perder, puede ser provechoso si el que gana o pierde le saca moraleja y partido a la circunstancia; y si sea cual sea la versión de la historia que toca contar, el ganador o el perdedor no se vuelve un impostor consigo mismo. Que pierde tanto el que gana sin saber ganar como el que no aprende una lección de la derrota. 

La historia está llena de monedas al aire que sacan cruz y que, no por ello, suponen un paso atrás. En el ajedrez, por ejemplo. Que le pregunten a Kasparov, que con cuatro derrotas en el casillero tuvo que empatar diecisiete veces seguidas frente al campeón antes de perder una vez más, la derrota que cambió el rumbo del viento y de la historia hasta la victoria final, que diría Rosa Luxemburgo. De las dos kas, la mayúscula fue para el aspirante. La historia también está llena de relatos de ganadores que acaban perdiendo. Los hay en el cine. Como cuando Ricardo Darín, queriendo estafar, vio a su estafado de las Nueve Reinas huir de Buenos Aires con 135 millones de pesos con 'Il ballo el mattone' esculpido en la voz de Rita Pavone como banda sonora. Mientras, a él, que llevaba toda la película sacándole ventaja a la víctima, le estallaba el 'corralito' en la cara. 

Hay derrotados que se suben al podio hasta sin merecerlo, lo hemos visto en la zarzuela. Como cuando Javier, ya coronel, se consuma en perdedor absoluto al agarrarse del brazo equivocado, el de la duquesa Carolina, volviendo la espalda a Luisa Fernanda y enseñándole a la moza el camino del despecho hacia una dehesa extremeña en compañía del triunfal Vidal. Bastó perder una guerra, que la duquesa huyera a Portugal y que a Javier le dieran por muerto para que perdedor y ganador se cambiaran los papeles en la última escena. 

La Balompédica se dejó el cartel de invicto en Cazalegas, y qué más da, si la madurez del equipo es suficiente como para tener clara cuál es la diferencia entre meta y objetivo. En el caso de los blanquinegros, las dos cosas son la misma. Sólo falta metabolizar el primer viaje a casa con sabor agrio para hacerlo virtud, para pisar La Fuensanta el domingo sabiendo que son los mismos que hace siete días lucían la etiqueta de imbatibles, pero ahora mejores, más altos, más fuertes. Porque esta derrota nos acerca a la meta y nos acerca al objetivo, que no es otro que una tarde de domingo, todos los conquenses, te cantemos, por tu coraje y tu gran valía, 'alirón, alirón, alirón' tras el ascenso más merecido de vuestra historia. 'Y serás de los equipos entre todos el mejor'.