He llegado ilusionado. Asistiría a un acto en el que departiríamos con un reputado autor sobre su último libro, tristemente basado en hechos reales, participando además las coprotagonistas de la cruel historia contada. He entrado entusiasmado, sabedor de que siempre es un lujo conocer de primera mano lo que mueve a un escritor a compartir sus ideas, esas que solo coronan las mentes verdaderamente formadas, equilibradas, reflexivas… capaces, en suma.
Una treintena de personas nos hemos congregado para, al tiempo que tomar un vino, escuchar a Javier Moro cómo tejió los hilos de Nos quieren muertos (Espasa 2023), texto a caballo entre una novela y una crónica periodística. En su libro aborda lo vivido desde hace una década por Leopoldo López, líder demócrata y opositor venezolano, que se entregó a la dictadura de su país a fin de luchar desde dentro por la libertad y democracia reales de su pueblo. Conforme discurría el evento, hemos ido constatando que lo leído no era solo una aventurita, ni que lo que llevan años contando algunos medios de comunicación –no todos los de aquí y menos los de allí– son arrebatos o alucinaciones, sino más bien el sufrimiento de un país que hace 25 años no podía imaginar que la dictadura volvería, que el hambre asolaría a un país riquísimo, que un tercio de sus habitantes tendría que huir para seguir respirando o que la libertad se puede llegar a perder si no se mima día a día.
He salido realmente tocado. Lo que han compartido el autor, la esposa y la madre de López, así como algunos compatriotas suyos presentes, es aterrador. No menos sus presagios sobre el futuro que ellos creen que podría llegar a hacerse realidad en nuestro país. Todo ello ha vuelto a hacerme temer que lo por ellos padecido pueda no estar tan alejado de nuestro propio destino. He marchado con la preocupación de quien analiza lo que vive y cree vislumbrar en su propio entorno no pocas dosis de maldad vinculadas a una realidad que podría no estar tan distante de la por ellos sufrida ayer, hoy ¿y mañana? Y más cuando una parte de nuestros gobernantes defiende aquellas maneras de actuar y otros, ya no solo hacen mañana lo contrario de lo dicho ayer, sino que, además, miran de reojo y con ojos bizcos tanto tormento, hambre, dolor y descorazonamiento, vivencias que destruyen por aquellos lares las vidas e ilusiones de tantos seres humanos. ¡¿Miedo de aquello… y de esto?!