Hay una tarea a la que de vez en cuando me encomiendo. A pesar de que cuando empiezo con ella siempre lo hago con ciertas dosis –cada vez menos, lo confieso– de optimismo, es el pesimismo el que más a menudo me invade en virtud de los resultados que suelo obtener. Se trata de buscar en internet información sobre aquellas personas (amigos, conocidos, compañeros, etc.) que en años pasados fueron relevantes o archiconocidos durante mi niñez, juventud e incluso madurez y a las que les perdí la pista o fallecieron.
Hoy ha salido a relucir de manera imprevista en una conversación alguien que adquirió cierto protagonismo, ya no solo en mi entorno familiar sino incluso en mi ciudad. ¿Su nombre? Rafael Rodrigo Pavo, más conocido como don Ra o el cura obrero. ¿Quién no oyó hablar de él alguna vez? Fue durante décadas un sacerdote de referencia en mi ciudad, sobre todo para aquellos que habitualmente subían a la ermita de San Julián o que los domingos querían asistir a misa, pero no dedicar mucho tiempo a ese precepto, yendo a tal fin a la capilla de Cáritas. Así, se hizo famoso pues se comentaba que celebraba la misa tan rápido que no daba tiempo ni a decir su nombre completo a lo largo de la duración de esta. De ahí lo de don Ra. Me ha dado por buscarlo con Google y solamente he encontrado dos referencias a él: que fue quien instauró la Misa del Gallo en la ermita de San Julián y que en 2002 esta no se llevó a cabo por su fallecimiento. Y se acabó; ni una noticia más.
En tiempos como los actuales, en los que hasta el más mediocre, simplón, mequetrefe o inútil encuentra su espacio en internet, resulta que aquellos que un día hicieron algo realmente importante por esta sociedad pasan inadvertidos. Da pena pensar que el día que fallezcan todos aquellos que alguna vez trataron o conocieron a las personas que de verdad hicieron algo positivo en esta vida, no perpetuando sus creaciones a través de cualquier soporte (libros, cuadros, composiciones, edificios, etc.), serán olvidados para siempre. Pero los chiribailas no, esos quedarán ahí para siempre teniendo miles de entradas o referencias. ¡Curiosos, sin duda, los criterios que la sociedad utiliza para perpetuar sus recuerdos!