Javier Caruda de Juanas

Javier Caruda de Juanas


Nazarenos de Word y Photoshop

04/04/2024

Como cada año la primera semana de Pascua es el tiempo dedicado por todos para valorar el desarrollo de la Semana Santa recién concluida. Lo hace la Junta de Cofradías, entidad organizadora de todos y cada uno de los desfiles procesionales, y lo hacen las diferentes instituciones que se ven envueltas en ese mágico mundo de la organización nazarena, desde el Ayuntamiento hasta la Agrupación de Hostelería. Todos con esa forma diferente de ver la misma manifestación. No voy a caer yo en el error de repetir lo dicho ya estos días, Dios me libre, pero sí quiero resaltar los tres elementos más importantes de lo ocurrido la semana pasada. Por un lado, la lluvia por supuesto. Nelson tenía que llamarse. Podía haberse quedado reducido a la columna que, con tan conocido almirante, hay en Trafalgar Square pero se enseñoreó de todas y cada una de nuestras calles dejando un hálito de tristeza en nuestra Semana más importante. Nos venció en batalla desigual puesto que no pudimos pelear en igualdad. Quizá se repitió la historia.

El segundo elemento de esta trilogía es la comunidad nazarena que supera a las propias hermandades. Desde la penitencial Vera Cruz hasta la alegría de la Resurrección fueron cayendo como fichas de dominó los distintos cortejos procesionales. Y la respuesta de los nazarenos conquenses fue llenar de nuevo templos y calles. Más allá del comportamiento de aquel residuo de turbos que siguen sin entender qué es esto de la Semana Santa, la comunidad nazarena, orgullo de esta ciudad, supo estar a la altura de la situación respetando y acatando la cascada de suspensiones, dirigiendo sus pasos a San Esteban, San Pedro, Catedral, San Antón o El Salvador para permanecer un ratito junto a sus Titulares y compartiendo con sus hermanos abrazos, lágrimas y bocadillos (que eso también es hermandad).

Y la tercera pata de este banco ha sido la prensa. Podría hablar de la cobertura previa, es decir, de aquellas programaciones especiales realizadas en radios o de los suplementos lanzados por la prensa. Pero quiero incidir en un aspecto fundamental. Cuando los nazarenos sufríamos las suspensiones, ellos estaban allí para dar testimonio de cómo estábamos, de cómo se había producido, de lo que iba a pasar después. Cuando intentábamos acceder a alguno de los templos nazarenos conquenses, allí estaban ellos para contar a los demás que, este año, la procesión iba por dentro. Han compartido con nosotros agua, nieve y viento sujetando un micrófono o buscando el enfoque más oportuno para que, desde la comodidad de nuestro hogar, pudiéramos lamernos las heridas nazarenas contemplando lo que nuestros ojos nunca quisieron ver. Se han mantenido en un discreto segundo plano cuando contemplábamos, con la lluvia hecha lágrima en nuestros ojos, a nuestra Virgen o a nuestro Jesús y han sabido preguntar respetando el momento tan triste por el que estábamos atravesando. Bien valdría que la próxima cuaresma, cuando esto sea solo parte de la historia, uno de esos reconocimientos que solemos dar vaya para los nazarenos de Word y Photoshop.